lunes, 25 de abril de 2016

‘La ilusión del libre albedrio’ de Oscar Wilde

La narración de hoy es una extraordinaria mezcla de ciencia y creencia.

¿A quién se le ocurre unir uno de los pilares de la física clásica, el electromagnetismo, con una doctrina filosófica como la que subyace tras el concepto de la libre elección?

Naturalmente a un genio como Oscar Wilde con su arte de conversar. Les dejo con él.

   Érase una vez un imán que vivía cerca de unas limaduras de acero.

   Un día, algunas de las limaduras más pequeñas sintieron una repentina necesidad de visitar al imán. Sin embargo, ya que las limaduras adultas eran realmente muy estrictas, las pequeñas no tenían permiso para salir por su cuenta.

   Así que trataron de convencer a las limaduras adultas para que las acompañasen a visitar al imán.

   Al escuchar su plan, los adultos se emocionaron tanto que llamaron a todos los amigos y parientes que vivían en el barrio vecino, y, reunidos por fin, comenzaron a discutir sobre cuándo exactamente deberían ir.

   
Las limaduras más pequeñas, que para entonces estaban ya muy impacientes, protestaron:

   -¿Por qué no vamos hoy?

   Pero algunos de los más indolentes y viejos opinaban que era mejor esperar hasta la mañana siguiente.

   Sin darse cuenta, mientras conversaban sin parar, se habían puesto cada vez más cerca del imán. Mientras seguían con la discusión sobre el momento de emprender su largo y arduo viaje, se aproximaban más y más.

   El imán, que llevaba un rato observándolas, yacía en su sitio sin moverse, fingiendo que no se daba cuenta de que estaban allí.

   Y cuanto más discutían la cuestión, más crecía en las limaduras el deseo de visitar al imán, hasta que las más pequeñas, que para entonces consideraban que su espera había sido suficiente, declararon que se iban.

   Para su asombro, la más vieja de las limaduras estuvo de acuerdo, e incluso se le oyó decir que era su deber visitar al imán de inmediato. Así que finalmente prevalecieron las limaduras más pequeñas, y todas exclamaron en voz alta:

   -¡No hay por qué esperar! ¡Iremos hoy! ¡Iremos ahora!¡Iremos de inmediato!

   Así, formando un solo cuerpo, todas las limaduras cruzaron el aire volando y en menos de un segundo se adhirieron fuertemente a cada lado del imán.

   Una sonrisa iluminó entonces el rostro del imán, que comenzó a reírse por lo bajo, para sí mismo. 


   Y es que incluso ahora que se hallaban pegadas a su cuerpo con tanta fuerza que les era imposible moverse, las limaduras le dejaban entender por su conversación que seguían considerando aquella visita un producto de su libre albedrío.

¿Cómo lo ven? ¿Hay humor o no hay humor?



1 comentario :

Anónimo dijo...

De lo más enrolla te que he leído sabe de algunos más.?