martes, 17 de febrero de 2015

Churchill’s Scientists (Los científicos de Churchill) [1]


El Museo de Ciencias de Londres forma parte del Museo Nacional de la Ciencia y la Industria, y se encuentra ubicado en el barrio de South Kensington del centro londinense.

Tras algunos cambios en su estructura y filosofía, en la actualidad alberga las colecciones de ciencia, tecnología, industria y medicina más completas del mundo.

Y desde hace unos días alberga la exposición de la que les hablaba, Churchill’s Scientists.

Una especie de retrospectiva sobre la figura del ex primer ministro británico, básicamente centrada en su interés por la investigación y la ciencia. Y así, en la muestra, se puede toda una variedad de artículos.

Desde objetos personales del hombre o que guardan relación con el mundo científico. Hasta reliquias tecnológicas y científicas de la época. Pasando por una nostálgica sección de cartas, fotos, libros y la grabación de un discurso, de un ya otoñal político.

“Mono” y puro
Entre los primeros destacan dos que, a mi entender, no andan escasos de cierta carga entre simpática y nostálgica.

Uno es el puro que dicen se estaba fumando (y que no llegó a acabar) ése día de 1951, cuando volvió a ser elegido primer ministro. Muchos ingleses lo ven como una reliquia política y tabaquera.

El otro objeto es lo que él mismo denominó “traje de sirena”.

Una especie de “mono” de terciopelo diseñado por él, a modo de imposible chándal de cremallera y de color verde. Estaba pensado para poder vestirse rápido y aparecer, de forma decorosa, tras los bombardeos nocturnos del Blitz alemán.

De esa guisa es como Sir Winston solía recorrer Londres. Con su traje de sirena puesto, una prenda en la que, por supuesto, no faltaba un bolsillo en el que llevar sus puros. Toda una reliquia militar y tabaquera.

Pero en la exposición también hay joyas científicas y tecnológicas producidas en aquella época en el Reino Unido, que en su momento fueron auténticas innovaciones e iniciativas en campos punteros del conocimiento como los de la astronomía, genética, aviación, física nuclear, bioquímica o el de la telecomunicación.

Material a la vista...
Y así, en la muestra, podemos ver el modelo de avioneta Bleriot XI en el que, por aquel entonces ministro del Almirantazgo, aprendió a volar (1913).

O las primarias infografías con las que se informaban de los acontecimientos y movimientos de tropa durante la guerra; unos dibujos que hoy sonrojarían a cualquier alumno de secundaria por su simpleza, si lo comparamos con cualquier programa informático.

No lejos de las mismas se encuentran, de un lado, una curiosa cámara para grabar imágenes a alta velocidad de nombre Aldermaston.

Fue construida para fotografiar la prueba de la primera bomba nuclear británica, realizada en 1952, y que no podía ser registrada con las cámaras convencionales por sus bajas velocidades de obturación.

Y de otro, se pueden ver las deseadas bombas anti-submarinos, con la espectacular película documental de cómo operaban.

También están el primer radar diseñado y patentado por Watson-Watt. Se trata del receptor de radio de onda corta utilizada por el pionero de radar escocés y su colega A. Wilkins, en un experimento secreto de 1935.

Es el momento en el que el gobierno del Reino Unido, con Churchill a la cabeza, es consciente de la necesidad que tiene el país de una eficiente defensa aérea contra la Alemania nazi. Y vaya si lo fue, aunque sorprendió a no pocos.

Al comienzo de la guerra, el radar era aún una tecnología en fase experimental prácticamente en todo el mundo, es decir, Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y Alemania. (Continuará)




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