viernes, 9 de septiembre de 2011

Mozart, Sevilla y Ciencia (I)


Y de Mozart, música y ciencia seguimos hablando. Sólo que nos los llevamos a Sevilla. Claro. A nadie escapa que, tratándose de Mozart, no puede ser de otra forma.
La relación del compositor austríaco con la ciudad es más que evidente. Baste recordar que a Sevilla dedicó dos de sus mejores óperas, Las bodas de Fígaro y Don Juan (Don Giovanni).
Por eso no resulta muy comprensible el trato que el músico ha recibido y recibe de los sevillanos. De los ciudadanos y de sus dirigentes políticos. 
No fue hasta 1991, con motivo del aniversario del segundo centenario de la muerte de W. A. Mozart (1756-1791), que Sevilla le dedicó una estatua. Una pequeñita de tamaño y en una inusual en la postura. 
Representa al maestro consultando una partitura que lleva en la mano izquierda, con el pie derecho encima de una silla y un violín en la mano derecha. A mí me gusta. Qué quieren que les diga.
La veo lejos del hieratismo y la solemnidad de otras. Aunque comprendo que algunos la vean algo indecorosa. No sé. Quizás tengan razón.
De lo que sí sé algo es de lo del maltrato, les cuento.
Mozart y Sevilla
Del trato físico que ha recibido y recibe la estatua, por parte de algunos desaprensivos ciudadanos ya se pueden imaginar algo. 

Con el paso del tiempo el gamberrismo urbano le ha arrancado el violín, la ha rallado, le ha quitado la partitura y la ha adornado con cajas, botellas y latas. 

En fin vandalismo sin más.
Y de ahí lo indecoroso de la postura. Privado de los utensilios musicales y con el pie encima de la silla, más parece que el bueno de Mozart se estuviera limpiando los zapatos o algo así.
Seguro que Rolando Campos, artista multidisciplinar y autor de la obra, debió de pensar lo mismo al verla en tal estado.
Por desgracia el maltrato físico popular sufrido por la estatua, casi se ve superado por el político. Lo digo por el poco respeto mostrado por Ayuntamiento y Diputación en lo que respecta a su ubicación.
Hasta donde he podido averiguar, primero se pensó que estuviera en los Jardines de la Caridad pero no fue así, porque terminó siendo inaugurada en el Paseo Colón, enfrente justo del coso taurino del Arenal, de la Maestranza. Cosa de políticos.
Mas no quedó ahí la cosa porque en el 2004, la estatua se trasladó junto al Teatro de la Música, el Maestranza. En el mismo paseo sólo que en la otra acera. De la Maestranza al Maestranza.
Un cambio físico de acera que, ¡ojo!, no es exactamente lo que en Sevilla se entiende por  “pasarse a la acera de enfrente”. 

Ya me entienden. (Continuará)

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