martes, 6 de abril de 2010

Leyenda urbana (I)

Hasta donde sé, no existe consenso a la hora de aceptar una definición de lo que se entiende por leyenda urbana.

Y es que, desde siempre, las definiciones, todas, le han creado problemas al hombre.
Por eso éste, en cuanto puede, las sustituye por descripciones. Que no es que sean igual, pero vienen a ser lo mismo y resultan más sencillas.
Una expresión en busca de definición
Es lo que ha sucedido con el tema que les traigo hoy. Y al hacerlo se ha visto que todas estas historias, que residen en el inconsciente colectivo de la humanidad, aparte de pasarles siempre a un amigo de un amigo de quien te lo cuenta y de no aportar ninguna prueba de su realidad, resultan que son demasiado buenas para ser verdad.

Seguro que alguien le ha contado, que le habían dicho, que en las alcantarillas de Nueva York viven cocodrilos. O que el fantasma de una autoestopista se suele aparecer en una determinada curva y a algunos conductores solitarios.

O que una familia que volvió de la India con un perrito encantador descubrió con horror que, en realidad, lo que se habían traído era una rata del rio Ganges. O la de aquel matrimonio que, estando de vacaciones en Méjico, al marido le extirparon un riñón tras drogarle en una fiesta a la que los invitaron.

Todas ellas historias reales, al decir de su interlocutor. Pero lo que les dije. Ni una sola prueba a su favor, y demasiado buenas para ser ciertas. Son dos leyes inviolables del ‘leyendo-urbanistero asunto’.

Leyes de las leyendas urbanas
Porque esa es otra. Las leyendas urbanas tienen sus propias leyes. Y ninguna leyenda que se precie de serlo se atreve a violarlas. Reglas que terminan por perfilar sus rasgos característicos.

Sin ánimo de ser exhaustivo, ni intención de ser excluyente, estas características son:

UNA. Siempre le pasaron a un amigo de un amigo de quien te lo cuenta. Es lo que se conoce en el argot como un ADUA (amigo de un amigo). Pero oye, eso sí, de total confianza.

Tanto que quien te lo cuenta, hasta jura que es cierto lo que te cuenta. Aunque él no lo ha visto. Ni conoce al amigo del amigo. No sabe su nombre, ni sus apellidos. Y ni tiene posibilidad alguna de saberlo.

O sea que no sabe nada. Pero no importa. Él te lo asegura. La cosa funciona más o menos así: “Pues al compañero de trabajo de mi primo Carlos, le pasó una vez que...”.

Éste es el primer punto débil de la historia. Nunca hay nadie a quien le haya sucedido personalmente.

DOS. Las leyendas aparecen de forma súbita, casi misteriosa. Nadie sabe de dónde salen. No hay ninguna fuente donde comprobarlas. Pero todo el mundo las conoce.

Y además quien las cuenta es una persona fiable, que las narra en un estilo creíble. Probablemente, es lo peor, porque las cree.

Un mal asunto, pues están de por medio las credulidades personales. Otro punto débil. (Continuará).

2 comentarios :

Sergio dijo...

No me gusta

Ramón Cañas dijo...

¿Porque no locontinua