miércoles, 25 de octubre de 2017

Debate de Huxley-Wilberforce (1)

O el debate de Wilberforce-Huxley. Que en este caso el titular viene a ser como la operación aritmética del producto, ya saben aquella que aprendimos en el colegio según la cual el orden de los factores no altera el resultado.
Y viene a ser así porque, en cualquiera de las dos formas, queda claro que nos referimos a uno de esos grandes momentos de la historia de la Ciencia en general y al de la recepción de la teoría darwiniana de la evolución de las especies en particular.
Uno que tuvo lugar en el Museo de Historia Natural de Oxford, durante el transcurso de la multitudinaria reunión de carácter anual de la British Association for the Advancement of Science (Asociación Británica para el Avance de la Ciencia), del sábado 30 de junio de 1860. El mismo año de la inauguración del museo y siete meses después de la publicación de El origen de las especies de Charles Darwin (1809-1882).
Una sesión que transcurrió en medio de una virulenta discusión sobre la que se han vertido no pocos errores, empezando y sin ir más lejos por la falacia del binomio del título. Veamos cuántos nudos gordianos podemos deshacer y que empiezo con el del inicio.
Discusión virulenta
En realidad en aquella sesión/disputa participaron varios e importantes científicos, filósofos y teólogos británicos, unos en defensa y otros en contra de las teorías de Darwin. Entre ellos se cuentan, claro, los “prota” del debate creacionismo vs evolucionismo.
De un lado el “darwinista” Thomas Henry Huxley (1825-1895), especialista en anatomía comparada y paleontología y un defensor a ultranza de la evolución. Tanto que se refería así mismo como “el buldog de Darwin”, todo un detalle de su personalidad, éste de asumir el papel de perro guardián de la evolución.
Y del otro el obispo “creacionista” de Oxford Samuel Wilberforce (1805-1873), conferenciante vehemente y brillante polemista conocido con el apodo de “Sam el jabonoso”, no se sabe bien porqué.
Si por su costumbre de frotarse continuamente las manos mientras predicaba, como si se las estuviera lavando, o por lo que de sus maneras “untuosas, oleaginosas y saponáceas” vertió en un comentario el político Benjamín Disraeli (1804-1881).
Pero también estaban otros en la sesión de ese sábado.
Como Benjamin Brodie (1783-1862), fisiólogo y cirujano inglés. John William Draper (1811-1882), químico e historiador estadounidense. Joseph Dalton Hooker (1817-1911), botánico y explorador inglés y Robert FitzRoy (1805-1865), que alcanzó fama universal por haber sido comandante del HMS Beagle, durante el famoso viaje de Darwin alrededor del mundo durante cinco años (1831-1836).
Esa es la verdad presencial de la estival sesión oxoniense. Pero no es menos cierto que ante y sobre todo, la sesión/debate es recordada por un supuesto y apasionado intercambio de palabras entre el obispo y el biólogo. (Continuará)

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