jueves, 23 de marzo de 2017

RNA Tie Club (y 2)

(Continuación) Y ellos -aunque algo raritos y peculiares en su mayoría, hoy los llamarían geek, nerd o cuando no freek-, no dejan de ser humanos. Demasiado humanos, como al fin y al cabo lo somos todos, que ya lo dijo el filósofo.
  Reuniones y logros científicos
En un principio los primeros contactos entre ellos fue de tipo epistolar y lo cierto es que entre algunos miembros llegó a ser muy fluida en lo personal. Si bien entre otros no lo fue tanto, esa es la verdad, que si quieren otro día se la cuento.
Pero el caso es que en las cartas se intercambiaban ideas, hipótesis de trabajo, borradores de artículos, etcétera, que terminaron  por convertirse en el germen de nuevos conceptos científicos que, gracias a la interdisciplinaridad de los miembros, no dejaban a su vez de retroalimentarse.
Una correspondencia postal a distancia que resultaba fundamental, a la espera de las reuniones presenciales y físicas, que por estatutos debían de producirse con una frecuencia de dos por año y a las que era de obligado cumplimiento asistir con la corbata y el pisacorbata de plata dorada de marras.
De las reuniones del RNA Tie Club, por la documentación que nos ha llegado, sabemos que discurrieron de manera cordial y amistosa entre comidas, cervezas, cigarros, vino, té y partidas de cartas.
Ayudaron y en mucho, tanto al establecimiento de nuevas amistades, como al estrechamiento de lazos profesionales entre ellos.
Unas personas no lo olvidemos, de las que dice el saber popular que no les resulta fácil ni relacionarse desde el punto de vista humano, típico tópico de científico absorto en lo suyo, ni hablar con otros científicos procedentes de otras disciplinas diferentes a las suyas.
Y ya que va de “nies”, ni que decirles tengo que las reuniones resultaron, en lo concreto de lo que nos trae, un caldo de cultivo magnífico para nuevas ideas científicas sobre la estructura molecular del ARN.
Hablamos de un tiempo en el que aún se desconocían los mecanismos de replicación del ADN, el papel que este ácido jugaba en la generación de las proteínas y la implicación del ARN en todos estos procesos. O sea que venía bien cualquier manita.
En la opinión del grupo, para obtener esas respuestas no había más que descifrar el código de la vida, o lo que es lo mismo, comprender cómo las cuatro letras (nucleótidos) que forman el ADN, pueden combinarse para codificar los veinte (20) aminoácidos, los ladrillos que forman las proteínas.
Parece simple sí, pero, ¿lo consiguieron?
¿Lo consiguieron?
Pues así, así, ya que hubo varios contratiempos. Unos debido al fondo de la cuestión y otros a la forma de abordarlo. Contenido y continente.
Empezando con éste, sepan que aunque en teoría los estatutos ordenaban dos (2) reuniones anuales, las diferentes ocupaciones profesionales de cada uno junto a las limitaciones geográficas por sus lugares de trabajo, redujeron ese número. Es más, hasta donde he podido averiguar, nunca se pudieron reunir todos juntos.
Por otro lado y como en botica, en el fondo hubo de todo. Desde ideas que resultaron ser ciertas, pasando por otras que no lo fueron tanto, hasta llegar a estotras que no lo fueron en absoluto y esotras que resultaron ser una estupidez.
Mas esa es otra historia que habrá que contar en otro momento, porque el tiempo de éste se acaba. De modo que cerraré esta entrada diciéndoles que como le ocurre a todo lo humano, también el selecto club, pasados unos años terminó por cerrar sus puertas. (Continuará)



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