lunes, 3 de octubre de 2016

Ornitóptero de Da Vinci (2)

(Continuación) Hacía 1250 Roger soñó con la idea de crear una máquina que pudiera volar. Un ancestral sueño del hombre desde que es hombre.

Por cierto. No lo debemos confundir con Francis Bacon (1561-1626) filósofo, político, abogado y escritor inglés del siglo XVI-XVII.

Él está considerado ya como uno de los padres del empirismo y tuvo una influencia decisiva en el desarrollo del método científico. No obstante y yendo al asunto que nos trae, no se sintió atraído en absoluto por las máquinas voladoras.

Volviendo a Roger, me ocurrió que zapeando hace unos días ante el aparato de televisión, en una cadena que no recuerdo, vi que estaban echando la película El nombre de la rosa (1986), como saben basada en la novela homónima de 1980 del escritor italiano Umberto Eco.

Se lo pongo negro sobre blanco porque el protagonista principal de la novela, Guillermo de Baskerville, monje franciscano y antiguo inquisidor, suele mencionar con cierta frecuencia a Roger Bacon, de quien se declara su más ferviente admirador y a quien reconoce como su maestro.

Lo que no deja de ser una curiosidad. Y es que estas cosas curiosas pasan.

Célebres proyectos ornitópteros: Leonardo Da Vinci
Es el segundo de los que les anunciaba y data de finales del siglo XV, en concreto de 1490. Proviene de la fascinación que el genio renacentista sintió por las aves y su capacidad de volar.

Se cuenta que entre los escasísimos detalles personales hallados en los cuadernos de notas de Leonardo, está una historia en la que cuenta cómo siendo niño y estando acostado, un ave rozó sus labios con la cola.

Un contacto que quizás le hiciera soñar con la facultad de poder volar, como dos siglos y medio antes lo había hecho Roger Bacon.

Y por la documentación existente, en su empeño por lograrlo lo intentó todo.

Desde la atenta observación durante horas del vuelo de las aves y la realización de detallados y didácticos dibujos de las mismas.

Hasta la concienzuda investigación de cuál sería la composición de las alas perfectas para esa máquina voladora: con plumas o con membranas, como las de los murciélagos.

Pasando por los diferentes ensayos realizados con aves disecadas y de las que hacía numerosas y precisas anotaciones de su anatomía.

Como otros hicieron antes, también Da Vinci pensó que imitando su fisonomía se podría diseñar un aparato mecánico que permitiera a los humanos volar como los pájaros.

Y diseñó su ornitóptero, más parecido a un murciélago que a un pájaro y cuyas alas el piloto podía mover haciendo girar una manivela o manubrio.

En teoría debería funcionar más no fue así.

Recuerden la débil propulsión suministrada por los músculos humanos, comparada con el fuerte empuje necesario para elevar y desplazar a todo el dispositivo, hombre incluido. No, no funcionaría.

¡Pero ojo! Si estuviera ya en el aire, por su intuido desarrollo técnico, el aerodino podría haber volado, y es que no eran pocos los conocimientos aerodinámicos de Da Vinci. (Continuará)




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