domingo, 10 de julio de 2016

¿Por qué llamaron Dolly a la oveja? (1)

(Continuación) Decidan ustedes mismos con sus inteligencias, que es lo que tenía en la mente Ian, o pasó en un momento por ella, cuando decidió llamar así a la oveja. Por cuál se inclinan:

¿Fueron su extraordinaria voz y exitosa carrera como cantante, o quizás lo fue esa exuberante región anterosuperior lateral de su tronco femenino? ¿Fue la música country o la anatomía humana?

Qué tenía en su mente el doctor, ¿Arte o Ciencia?

Bueno, el doctor Wilmut y el resto del equipo de científicos del Instituto Roslin de Edimburgo, que formaban parte del proyecto y que, por lo que tengo leído, participaron en la elección.

En fin llámenme mal pensado, pero me temo lo peor. La mayoría de los hombres cuando se juntan, sabido es cómo somos para según qué temas. No en vano dicen lo que dicen de nosotros. Ya saben, lo mucho que pensamos en el sexo.

Que esa es otra.

¿Es verdad que pensamos en el sexo cada siete segundos (7 s)? ¿Es una realidad cierta o estamos ante otra falsa leyenda?

¿Pensamos los hombres en sexo cada siete segundos?
O cada seis (6), o cada cincuenta y ocho segundos (58 s), pues existe más de una versión sobre el tiempo que, supuestamente, los hombres tardamos en recaer en una idea libidinosa.

Vaya por delante que NO.

La afirmación es falsa de toda falsedad y estamos ante una aserción del todo gratuita. No es cierto que sepamos cada cuanto tiempo pensamos en el sexo.

No voy a entrar en los aspectos científicos que me permiten decirles lo anterior, pero sí voy a echarles unos números, que ya saben que me gustan y, a veces, ayudan a darle valor a una afirmación.

Por razones de facilidad de cálculo, voy a escoger como cierta la cifra de los seis segundos.

Esto supondría que cada minuto (1 min), los hombres pensamos diez (10) veces en algo relacionado con el sexo.

Lo que equivale a hacerlo sesenta (60) veces en una hora (1 h) e implica que en un día normal, descontando las ocho horas (8 h) preceptivas de sueño (que en realidad no todos las duermen, ni se acuerdan de lo que sueñan), tengamos novecientos sesenta (960) pensamientos lascivos.

No sé cómo lo ven ustedes pero, hasta para uno que yo me sé, me parecen demasiadas veces en un solo día.

Piensen que de ser así, en un solo mes de treinta (30) días, nos ponemos en veintiocho mil ochocientos (28 800) impudicias mentales. O sea.

Lo que en un año de trecientos sesenta y cinco (365) días vendría a significar la nada desdeñable cantidad de trecientos cincuenta mil cuatrocientos (350 400) deseos impuros por año y varón. O sea que.

Y como para los varones españoles, la esperanza de vida al nacer en los tiempos que corren, ronda los ochenta (80) años, echen los números y verán que nos vamos a un montante varias veces millonario.

A mí me salen veintiocho millones treinta y dos mil (28 032 000) ideas carnales, Esas son las que, según esta leyenda, tenemos a lo largo de nuestra vida. O sea que no.

Y no porque el número me parezca grande que no lo sé, sino porque, ¿cómo lo saben quiénes así lo afirman? ¿cómo lo han medido? ¿Por qué existe más de un valor?

Les aseguro que no sé de la existencia de ningún método que permita medir esta variable.

Es más, sin ir más lejos, ¿recuerdan ustedes aunque sea de forma aproximada, el número de ocasiones en las que pensó en sexo durante el día de ayer? Porque yo no.

Creo que habrá que enrocar esta cuestión para otro momento. (Continuará)




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