lunes, 16 de mayo de 2016

Música grabada, de ayer, hoy y siempre

Ya de entrada, y para empezar, doy por cierto que el poder de la música sobre nosotros ha sido, es y será siempre enorme.

Probablemente este arte sea una de esas actividades humanas, que forma parte de nuestras vidas como especie animal, desde que somos hombres.

Si bien creo que es cierto esto, les decía, no lo es menos que no se puede decir lo mismo de su viceversa. Me refiero al poder que el hombre ha tenido a lo largo de su historia para acceder a ella.

Y aunque a los más jóvenes les cueste trabajo hacerse siquiera una idea, la facilidad que tenemos para acceder a la música en la actualidad es una broma, una broma pesada, comparada con la que se tenía hace tan solo cincuenta años.

Primeras peripecias grabatorias 
Me refiero a las que “padecieron” (padecimos) personas que hoy peinan (peinamos) canas, o lo que es peor, no tienen (no tenemos) canas que peinar.

Personas, algunas habrá que estén leyendo estas líneas, que en su juventud grabaron su música preferida en un magnetófono de bobina o de casete.

¿Sí? Pues si es así voy un poco más allá. Que además lo hicieran directamente de una mini cadena.

Y que en esta acción de “piratería casera”, a algunos se les acabara la cinta en medio de la canción y le tuvieran que dar la vuelta a toda prisa, para seguir grabando en la otra cara.

Ya, ya, lo sé. Es lo que se dice un pegote musical, pero qué quieren que les escriba.

A nosotros no nos importaba. El caso es que teníamos la canción diana de nuestros deseos, y ya que carecíamos de los medios económicos para comprarnos el disco, pues...

Sabido es que a falta de pan, buenas son tortas.

Pero eso fue antaño. Ahora ya no es así. Hogaño tenemos el móvil y con él las canciones, en calidad y cantidad, al alcance de un mero toque digital. Una facilidad que, ya se lo imaginan, no siempre fue así.

Por ejemplo en los años ochenta algunos accedieron al walkman. La mayoría a uno que sólo reproducía y rebobinaba y cuyos auriculares se compartían con los amigos más amigos.

Después llegaron los compact disc “portátiles”. El entrecomillado es porque el menor movimiento hacía que el disco se parara, y costaba después dios y ayuda encontrar el momento de la canción en el que lo hizo.

Otras peripecias grabatorias
No obstante lo del parón mecánico se arregló, aunque entonces nos percatamos de una nueva dificultad, la de su duración.

Resulta que los cd’s tenían una duración de ochenta minutos (80 min), que no es que estuviera mal para esa época.

Pero el caso es que a todo se acostumbra uno, y si querías variedad musical en cantidad, no tenías otra que cargar con una pequeña mochila de cd’s. Una molestia quieras que no.

Mas todo tiene arreglo en esta vida menos la muerte, o al menos eso dicen.

Y el desarrollo tecnológico nos trajo el mp3 y su enorme capacidad para almacenar en un solo compact, qué les digo, pues toda la discografía de los Beatles por ponerles un ejemplo.

Y así hasta hoy, que no les quiero cansar. Ya saben que las ciencias adelantan que es una barbaridad.

Sólo les recuerdo la muerte del Ipod, la supervivencia de los reproductores portátiles hi-fi, los servicios de música por streaming, y otros tanto que seguro me he dejado olvidados.

Pero todo tiene un comienzo y el de la grabación/reproducción magnética arranca a finales del siglo XIX. (Continuará)




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