miércoles, 13 de abril de 2016

Papas y Ciencias: Urbano VIII (y 2)


Un asunto preocupante el de su uso, en la Sevilla de comienzos del siglo XVII, que al llegar a oídos de Urbano VIII le hace escribir en estos términos:

    “Se nos ha informado que la mala costumbre de tomar por la boca y las narices la hierba vulgarmente denominada tabaco, se halla totalmente extendida en muchas diócesis, al extremo de que las personas de ambos sexos, y aun hasta los sacerdotes y los clérigos, tanto los seculares como los regulares, olvidándose del decoro propio de su rango, la toman en todas partes y principalmente en los templos de la villa y diócesis de Hispalis (Sevilla), sin avergonzarse, durante la celebración del muy santo sacrificio de la misa, ensuciándose las vestiduras sagradas con los repugnantes humores que el tabaco provoca, infestando los templos con un olor repelente”.

Tras la breve muestra del escrito que les expongo, no les extrañará si les digo que el 30 de enero de 1642, una bula del Papa Urbano VIII penaba la fea costumbre sevillana del fumaque, con la excomunión ipso facto.

En ella se prohibía, tanto en Sevilla como en su arzobispado, el uso del tabaco en las iglesias, en sus patios y en los pórticos.

Así que ya lo ven, nihil novum sub sole. Estamos ante la primera ley antitabaco, en pleno siglo XVII, de la mano de la iglesia y con la pena de excomunión nada menos.

Ríete tú de la de Rodriguez Zapatero de 2011. Que al fin y al cabo no era más que un hombre que pensaba y aspiraba. Pensaba que la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento. Ya ven. Y aspiraba a ser supervisor de nubes. O sea.

Para echarse a llorar. Lo digo por la tierra, el viento y las nubes. O sea que.

Y sigo con la bula del humo tabaquero ¿Era acaso pecado fumar? ¿Por qué ese encono del papa?

Humo de tabaco y pecado
Hasta donde sé, la Iglesia, que es la institución encargada de los temas pecaminosos, nunca ha definido el consumo de tabaco como pecado, ni mortal ni venial, aunque eso sí, haya castigado con excomunión ciertos excesos en su disfrute.

Pero pecado, pecado, el fumar nunca lo ha sido aunque desde Urbano VIII, se haya convertido en uno de los más reprobables “pecados sociales”.

Aunque para la Iglesia no crea que siempre estuvo clara la cuestión.

Porque del Nuevo Mundo llegaban nuevos y desconocidos productos que no se tenía muy claro como calificarlos.

Por ejemplo el chocolate, un alimento con evidentes características adictivas, cuya elaboración fue un secreto de estado de la corona española, hasta que en el siglo XVII lo descubrió el servicio de espionaje francés.

Y otro de estos productos era el tabaco. En principio considerado una sustancia medicinal gracias a las aportaciones del sevillano Nicolás Monardes pero que, pasado el tiempo, ya ve en lo que ha derivado.

Una historia, la tabaquil, que ya ha venido a este negro sobre blanco y en distintos momentos.

Pero para la Iglesia, lo que el tabaco en realidad planteaba era otro tipo de problema. Uno que se movió entre la brujería y el ayuno eucarístico. O sea una cuestión ritual. Miedo me da.




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