domingo, 3 de abril de 2016

Marie-Sophie Germain (y 4)

(Continuación) La Germain se convirtió en la primera mujer que asistió a las sesiones de la Academia Francesa de las Ciencias, por méritos propios. Uno de los escasos reconocimientos que tuvo en vida.

Otros avatares 
Marie-Sophie nunca se casó ni jamás realizó una actividad remunerada. En este sentido nunca tuvo que vivir de un sueldo, pues su padre la dejó en una holgada situación financiera. Un problema menos.

Lo que sí hizo es trabajar en lo que le gustaba, por ejemplo en las matemáticas de siempre y la física. Aunque con el tiempo se empezó a interesar también por la filosofía.

Fue una trabajadora incansable y aun enferma de cáncer de pecho desde 1829, no dejó de hacerlo hasta el último momento.

Murió en 1831 con cincuenta y cinco (55) años, sin conocer la publicación de su ensayo filosófico, marcadamente “positivista”, y que fue muy elogiado por el propio August Comte (1798-1857).

Tampoco llegó a tiempo el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Göttingen, que Gauss intentó le concedieran en vida.

Para colmo, ni siquiera en su partida de defunción figura como matemática o científica. Sólo aparece consignado “rentière”, rentista, persona que vivía de sus rentas. Qué me dicen. Como si no hubiera hecho nada más en su vida.

No obstante con el tiempo, algunos reconocimientos llegaron.


Reconocimientos
El científico francés Jean-Baptiste Biot (1774-1862) escribió de ella: “Mlle Germain es probablemente la mujer que más ha profundizado en el estudio de las matemáticas. Sin contar a Mme du Châtelet, claro, pero bien es cierto que Mme tenía a Clairaut y a Maupertuiss”.

O sea, que a cada uno lo suyo.

También, en 1870, se le reconoció como filósofa y matemática en una placa colocada en el edificio donde ella vivió sus últimos años.

Y en la actualidad una calle de París y un Liceo llevan su nombre.

Aunque la Academia de Ciencias concede anualmente ‘Le prix Sophie Germain’ al investigador que haya realizado el trabajo más importante en Matemáticas, cuando se erigió la Torre Eiffel, para la Expo de 1889, se inscribieron los nombres de setenta y dos (72) sabios franceses.

El suyo no estaba. De la ingratitud humana.



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