domingo, 7 de febrero de 2016

¿Estamos en el año 2016? (1)

No hago la pregunta que intitula la entrada, por esa confusión tan frecuente a comienzos de cada año, de decir por inercia el recién acabado. No. Ni siquiera a mí me pasa y eso que, por edad, podría. Pero no.

Al fin y al cabo han pasado ya cuarenta y tantos días, un periodo de tiempo más que suficiente para haber asumido el cambio anual.

En realidad la pregunta es la actualización de una que me hizo un compañero de trabajo hace ya unos cuantos años. Les cuento.

Por motivos profesionales y durante años, he tenido que desplazarme a la ciudad de Granada al menos un par de veces por curso académico, cuando no tres. Y no era raro que en muchas de ellas, casi todas, aprovechara para visitar la Alhambra.

Una auténtica maravilla
La he recorrido por la mañana, por la tarde y por la noche. Lo he hecho casi en solitario por mi cuenta, con guía en pequeños grupos y en visita privada.

Y fue en una de estas, no recuerdo si a finales del siglo XX o adentrado ya en el XXI, cuando surgió la conversación que ha devenido en lo que tiene ante sus ojos.

Aquella en la que alguien del muy reducido grupo visitador me hizo caer en un detalle.

En un alfarje de los zaguanes que comunican el patio de Mexuar con el de Comares o de los Mirtos, se puede leer aunque para ello hay que estar familiarizado con los caracteres góticos, la fecha de la conquista de Granada.

Normal pensarán no sin razón, y estoy de acuerdo. Lo que no es tan normal es la fecha que pone, 2 de enero de 1491.

Sí, tal como lo lee.

No es un error mío de escritura. Pone de 1491, en lugar del consabido 2 de enero de 1492 ¿Cómo se queda? Me imagino que como un servidor.

Pienso que como a mí se le habrán venido a la mente preguntas del tipo: ¿Se equivocó el pintor? ¿Es que nadie se dio cuenta? ¿Se ha corregido?

Ante la gravedad de las preguntas, no dilataré las repuestas.

Para la primera, no. No se equivocó de año el pintor.

Para la segunda, creo que sí. Que se dieron cuenta del cambio de año. O no. Después les cuento lo que sé.

Y para la tercera, no. No se ha corregido.

Pero esta es una historia de calado que tiene su propia intrahistoria. Una que a su vez hunde las raíces en las diferentes formas que, por aquella época, el hombre tenía para medir el tiempo.

Una cuestión de calendario, vamos.

Calendario flamenco
Como se pueden imaginar la escritura fue un encargo de los Reyes Católicos, es de suponer, por ese deseo tan humano de trascender. De modo que quisieron dejar para la posteridad, constancia de la conquista de la fortaleza.

Un trabajo que le encomendaron a Juan Caxto, un pintor probablemente neerlandés, del que se sabe no mucho. Y aquí está o puede estar, en su nacionalidad, buena parte de la explicación.

Como hombre aferrado a sus creencias que era, Caxto, a pesar de la distancia geográfica, utilizó el calendario que era propio de su tierra, el calendario flamenco.

Una forma de empezar a contar el paso del tiempo según la cual la Humanidad, ese día, estaba aún en el año del Señor de 1491. (Continuará)




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