miércoles, 23 de diciembre de 2015

Espermatozoides, ¿importa el tamaño? (1)

Desde que escribí sobre él y ellos, tuve un mal presentimiento. Me estaba equivocando al afirmar la no importancia de sus tamaños. Y vaya si acerté. Además poco tardó un atento lector del blog en inquirirme sobre el asunto.

Y es que no aprendo.

Esta manía mía de que nada de lo humano me sea ajeno, no para de dejarme en evidencia. Y hace bien. Así que, para no incurrir en una más, vaya por delante que la referencia a la manía no es mía, claro.

Es evidente que se trata de un parafraseo del proverbio latino que Publio Terencio Africano, escribió en su comedia ‘Heautontimorumenos’ (El enemigo de sí mismo), hace cerca de veintidós (22) siglos.

La pronuncia el personaje Cremes para justificar su intromisión cuando dice: ‘Homo sum, humani nihil a me alienum puto’, y que podemos traducir por “Hombre soy; nada humano me es ajeno”. Un latinajo que en la actualidad se suele emplear para explicar el, a veces inexplicable, comportamiento humano.

Por cierto que es con esta locución latina con la que el filósofo y escritor español Miguel de Unamuno, muchos siglos después comenzaba el primer ensayo de su obra 'Del sentimiento trágico de la vida'.

El mismo Unamuno que espetó algo así como “Que inventen ellos” y que no tardará en aparecer en esta tribuna.

Importa el tamaño del espermatozoide
Pero a lo que vamos, ¿importa el tamaño cuando hablamos de espermatozoides? 
Pues mire usted por donde, va a ser que sí. Y no es que lo diga yo, que ya verán ustedes lo que eso pueda importar, sino que lo dicen personas que saben de la cosa ésta reproductiva y me lo han explicado.

Que es, mismamente, lo que me dispongo a hacer con ustedes.

Una prueba de que importa es el hecho de que no todos los animales los tienen del mismo tamaño. Lo que ya de por sí resulta significativo.

Si no importara, por la universal ley de la economía, todos los animales los deberían (deberíamos) de tener lo más pequeños posible, para así gastar menos en su producción. Este del ahorro, ya lo saben, es un conocido imperativo natural en la supervivencia de cualquier especie.

Pues bien, esto no sólo no es así -cada especie los tiene de un tamaño distinto-, sino que esa disparidad alberga una (casi) paradoja.

Para ir directo al asunto y por ponerles un ejemplo gráfico, sepan que los espermatozoides del ratón son más grandes que los del elefante. Como lo leen. Y aunque resulte contrario a la lógica, no me he equivocado e incluso voy más lejos en los detalles.

Conforme mayor es el animal, más pequeños son sus espermatozoides y menor calidad tienen. Pero eso sí, su esperma es más abundante ¿Qué les parece? ¿No es como una vuelta de tuerca más, a la manida máxima arquitectónica de ‘Menos es más’?

¿Por qué los espermatozoides de los ratones son más grandes que los de los elefantes?
Naturalmente detrás de la respuesta está la ciencia, con sus investigaciones y estudios. Ella ha encontrado una razón para que el tamaño, la calidad y la abundancia del producto espermático en los distintos animales, sean diferentes según su tamaño.

Veamos. Por supuesto que en un principio, y por una mera cuestión de probabilidades, la selección sexual o la primacía por la reproducción (uno de los mecanismos de la selección natural), engendró una extraordinaria diversidad de espermatozoides.

Quiero decir que, para un mismo animal, los había de toda clase: pequeños, grandes, rápidos, lentos, largos, cortos, abundantes, escasos, etcétera.

Pero, si todos los espermatozoides persiguen el mismo objetivo, que no es otro que el de fertilizar los óvulos de las hembras, entonces, ¿por qué son tan diversos? (Continuará)



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