lunes, 21 de diciembre de 2015

Comisión Científica del Pacífico

Es el nombre con el que se conoce a la que fue la mayor expedición científica realizada por España en el siglo XIX.

La que después de tres (3) años de viaje, y tras haber sufrido un sinfín de desgracias e infortunios, regresó a nuestro país, el 21 de diciembre de 1865; es decir tal día como hoy de hace ciento cincuenta (150) años.

En su recorrido del Amazonas y prácticamente de toda Sudamérica recogieron más de ochenta mil (80 000) ejemplares de flora y fauna de unas diez mil (10 000) especies diferentes.

Entre ellos destacan cerca de ochocientos (800) anfibios de ciento treinta y nueve (139) especies, de los que hoy se conservan seiscientos cuarenta y tres (643) en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

La comisión había partido de Cádiz a bordo de la fragata Triunfo, y a lo largo de su singladura se produjeron todo tipo de acontecimientos: enfermedades, fallecimientos, un incendio y hasta el hundimiento de la nave en 1864.

Nexo cinematográfico y literario
Una involuntaria asociación de idea me ha hecho recordar en estos momentos que escribo, el estreno de la película En el corazón del mar.

Que está inspirada en la historia real en la que se basó Herman Melville para escribir su famosa novela Moby Dick, y basada en la novela In the Heart of the Sea de Nathaniel Philbrick sobre el auténtico y dramático viaje del buque ballenero Essex.

Por cierto, que unos veinte (20) años antes de la Comisión Científica del Pacífico, en 1846, llegaba a las costas de la islas Galápagos el escritor estadounidense Herman Melville (1819-1891), con la intención de escribir una serie de “cuadros” para la revista Putnam’s Monthly Magazine.

Unos años después se aprestaba a escribir uno de los libros fundamentales de la literatura universal, Moby-Dick.

Nexo científico
He de confesarles que una vez iniciada la senda de las relaciones, me cuesta trabajo parar.

Les digo esto porque las de los Galápagos de Melville fueron las mismas costas, con las mismas rocas volcánicas, en las que diez (10) años antes había atracado un joven e imberbe Charles Darwin que con un interés científico se había embarcado en el Beagle.

Ya hemos escrito algo sobre el hombre y su Teoría de la Evolución, por lo que no vamos a insistir ahora.

Lo que sí haré es recordarles que, pasado el tiempo, existió otra Beagle, la Beagle 2, ésta también con una finalidad de exploración científica, pero más astronáutica que náutica. Pueden buscar las dos en Enroque de Ciencia. Ya saben por dónde voy.



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