miércoles, 9 de septiembre de 2015

Brandi y los grafitis (y 2)

(Continuación) Y reacciona como lo hizo Flaubert.

Es otra de las semejanzas entre ellos de esta historia, y ni que decirles tengo que juzga el bárbaro hecho, y lo critica en su justa medida. Dice de él que se trata de una "obra de majadería y de conmemoración inane". Totalmente de acuerdo, majadero y nada conmemorativo.

Sin embargo es hasta aquí donde llegan las semejanzas entre ambos escritores.

Indulgente discrepancia
Porque Brandi, lejos de seguir el camino que ya llevaba emprendido el francés y su fijación con la estulticia -llegó a ver estupidez en todo y todos, y hasta dicen que ni siquiera el gran Voltaire, escapó de su crítica contra la beocia-, lejos de seguir ese camino, él se muestra indulgente ante la situación.

Frente a la postura de desquiciamiento epistolario de Flaubert -contra la imbecilidad de grabar o pintar todo monumento que se venga a la mano de un tonto, una idea que parece acompañarle cuando éste viaja-, Brandi le opone la de buscar una justificación, digamos, romántica al sucedido.

Y va y apuesta por una conjetura casi melancólica o conciliadora más bien.

La de que, quizás, ese impulso que a algunos les hace pintar o grabar su nombre en la piedra de un monumento, viene motivado por varios porqués justificadores o atenuantes. Entre ellos.

Primero, la irresistible atracción estética y emocional que les produce “la brillante blancura y la majestad indescriptible del lugar”. Una razón artística.

Después, la necesidad que sienten de rendirle un homenaje con dicha grabación nominal. Una especie de reconocimiento personal, una razón, pues, celebrativa. Y por último por ser este acto algo parecido a “una ofrenda votiva, en el oscuro sentido de la sacralidad que cada uno llevamos dentro”. O sea una razón religiosa.

Es básicamente por este triple argumentario, que nuestro autor piensa que la barbarie “tal vez merezca indulgencia”.

Una condescendencia que, ahora que me releo, no parece ir por los derroteros de síndrome standhaliano que yo les apuntaba. No. Más bien parece guardar relación, con esa necesidad de trascendencia, tan inherente al ser humano.

Tan humana ella, la trascendencia y tan humanos nosotros. Sí, demasiado humanos.

Aunque claro, puedo estar equivocado. Quién soy yo y qué sabré.

Estupidez y evolución
En cualquier caso la acción del grafiti, ¿merece esa anuencia que le concede el autor? ¿Se debe tolerar la estupidez aunque sea por razones de inmortalidad?

Es más, dados los tiempos que corren, ¿puede el sentimiento de lo sagrado redimir a la barbarie?

Y a todo esto, ¿qué papel juega en ello la evolución?

Sí, lo sé. Siempre acabamos en la ciencia pero, ¿dónde si no?

Y una vez en estos terrenos, digo yo que, si por el mecanismo de la selección natural sobrevive el individuo que mejor se adapta, ¿por qué no todos somos inteligentes, o genios?

¿Por qué como especie, no lo somos de manera más homogénea? ¿Por qué hasta las personas más inteligentes tienen cierta propensión a la estupidez?

Si la inteligencia humana es muy, muy, variada y ser inteligente tiene toda la pinta de ser una ventaja abrumadora con vista a la supervivencia, ¿por qué la gente hace cosas estúpidas?

¿Por qué algunas personas con un alto cociente intelectual pueden llegar a actuar como si fueran tontos? (Tonto es el que hace tonterías, gracias Forrets).

¿O es que acaso la inteligencia presenta más inconvenientes que ventajas, desde el punto de vista evolutivo? ¿Inteligencia versus Evolución?




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