viernes, 26 de junio de 2015

Lady Ada Lovelace (L. A. L.)

Quizás. Pero hay algo de lo que no hay duda alguna, ni es opinable.

Todo lo que se sabe de las máquinas de Babbage se debe a una traducción que hizo Ada al inglés, de un trabajo que, en 1841, Babbage había presentado en un congreso en Turín. Bueno, en realidad del artículo que, sobre ese trabajo, un científico italiano había hecho para una revista.

Mejor se lo aclaro.

Prácticamente diez años después del primer encuentro entre Ada, entonces Byron, y Charles Babbage, hacia 1841, éste dio una conferencia en Turín para presentar su Ingenio Analítico, como llamó a la nueva máquina.

Y a la misma acudió un, por entonces, joven ingeniero militar italiano, Luigi Menabrea (1809-1896). Parece ser que quedó tan impresionado de lo novedoso del ingenio, que decidió escribir un resumen y publicarlo en francés en una revista.

Apuntes sobre la Máquina analítica inventada por Charles Babbage
Este es el titular que el italiano le puso a su artículo y que, por supuesto, llegó a manos de Ada. Quien no dudó en traducirlo al inglés, a fin de divulgar en el círculo científico internacional, el alcance del nuevo ingenio de su amigo Charles.

Más éste, al tenerlo en sus manos vio su enorme potencial y, conociendo como conocía a Ada y su gran capacidad científica, le aconsejó que diera un paso más. Añadirle a la traducción del artículo, sus propios comentarios y conocimientos sobre el tema, que no eran pocos.

A ese complemento Ada lo llamó simplemente Notas, y contiene lo que bien puede ser considerado el primer programa de ordenador, esto es, un algoritmo codificado para que una máquina lo procese.

De ahí que sean muchos los que la reconozcan como la primera programadora de ordenadores.

Así fue cómo surgió su obra Sobre la máquina analítica, publicada en 1843 y que terminó teniendo una longitud tres (3) veces mayor que el original.

Es decir que las anotaciones tienen más extensión que el texto original. Vamos que lo de Ada, era bastante más que una simple traducción. Se ve que Babbage sabía lo que se hacía.

Les he dicho que este sucedido del libro tuvo lugar en los primeros años de la década de los 40 del siglo XIX, es decir que ella ya estaba casada con el conde de Lovelace y no se llamaba Byron, sino Lovelace.

Que es como tuvo que firmar su obra, L. A. L. (Lady Ada Lovelace), por no estar aceptado en esa época que una mujer escribiera un trabajo sobre ciencias. Una actividad considerada “muy masculina” e impropia de una dama y por la que, de haberse sabido su autoría, habría sido ridiculizada socialmente.

De ahí el poner sólo las iniciales, para preservarse.

La encantadora de números
Así fue como la apodó Babbage, al leer la traducción y el alto nivel científico y divulgativo de las notas que había anexado al trabajo de Menabrea. Y la llamó a sí, a modo de un nuevo título reconocedor de sus méritos intelectuales, que competía en sonoridad con los numerosos nobiliarios que ella ya poseía.

A propósito de títulos y por aquello de dar al César lo que de él es, justo es reconocer el apoyo que, de algún modo el conde de Lovelace, su marido, le dio.

Resulta que por aquellos años, ella, como mujer, no tenía acceso a ninguna biblioteca de nivel universitario, lo que sin duda era una dificultad más que añadir en su formación.

Un escollo social que el conde allanó, al conseguir ser nombrado miembro de la afamada Royal Society de Londres, proporcionando así a Ada la posibilidad de acceder a los fondos bibliográficos de la sociedad científica. Una excepción a lo aceptado socialmente.

Pero los tiempos estaban cambiando.

Por desgracia ella murió muy joven, y ocho (8) años antes de que la primera universidad europea, la suiza, en 1860, admitiera en sus aulas a una mujer. No fue hasta 1874, cuando la primera mujer obtuvo el doctorado en matemáticas.

Un título que sin duda Ada hubiera podido obtener.



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