jueves, 8 de enero de 2015

¿El marisco sufre al cocerlo? (y 2)


(Continuación) De modo que, desde el punto de vista del psicoanálisis, no se puede hablar de sufrimiento inconsciente. Bueno ni de sufrimiento ni de sensaciones o sentimientos inconscientes.

De hecho para los psicoanalistas existen, hasta cuatro (4) causas de sufrimiento consciente emocional: temor, frustración, sumisión y una especie de “no querer- no poder hacer” o algo así.

Unas causas de sufrimiento consciente que, por otro lado, y por paradójico que nos resulte, pueden generar un gran placer inconsciente. Sí. Ha leído bien. Es así o, al menos, eso es lo que dicen que es, estos supuestos científicos.


No sé, qué quieren que les diga. Por mi parte y con su permiso, yo llego hasta aquí en esta somera introducción neurológica de las percepciones animales. Ya saben de mi escasa apreciación por el psicoanálisis, como supuesto cuerpo de conocimientos científicos.

Una limitación que, por supuesto, no me impide comentarles algo sobre lo que la ciencia dice en el caso de los mariscos.

Ciencia y cocción de los mariscos
Por lo que se sabe todo apunta a que cuando introducimos, por ejemplo, una langosta en agua hirviendo, las terminaciones nerviosas de los llamados receptores mecanico-térmicos, generan una respuesta autónoma que se traduce en convulsiones y temblores del animal.

Es la primera la fase, conocida como nocicepción, que en principio no tiene por qué implicar que la langosta experimente las siguientes de dolor y sufrimiento.

Por lo que sabemos, estas respuestas sólo la han manifestado mamíferos, aves y algunos peces, que son capaces de memorizar el dolor y la fuente que lo ha producido.

Hay cierto consenso entre los investigadores de este campo de estudio según el cual, los mariscos experimentan la primera, la nocicepción, pero no el dolor ni el sufrimiento.

En ellos aquel proceso proporciona protección inmediata después de un estímulo desagradable para sus tejidos, pero no debe dar lugar a ningún cambio en su comportamiento posterior.

Eso sería una consecuencia más bien fruto de lo que llamamos dolor que, gracias a la memorización, ayuda a que los organismos aprendan a evitar esa fuente nociva en el futuro.

Sin embargo de las langostas y demás crustáceos se podría decir que son animales desmemoriados a este respecto.

Así que ya lo sabe. No tenga cargos de conciencia cuando se encuentre en la cocina con ellos, delante de un cacharro con agua hirviendo. Claro que, recuerde, también tiene el proceso frigorífico.

No obstante, ya sabe cómo es la ciencia, se sigue investigando hasta qué punto estos animales son inmunes al dolor y sufrimiento. La “ciencia del dolor” en el caso de los mariscos.

¿Pueden sentir dolor los cangrejos?
Y algo puede haber, porque un trabajo de investigación con cangrejos, que cumple precisamente en estas fechas un par de años, iba en esa línea.

En enero de 2013, un grupo de investigadores del Reino Unido llegó a la conclusión de que los cangrejos en concreto, podían llegar a sentir dolor. Estamos hablando de ir, un paso más allá, de la nocipeción.

Lo que exige una memorización y establecimiento de una relación causa-efecto. Una cuestión que no tiene nada de baladí.

El trabajo apareció publicado en la revista Journal of Experimental Biology y consistió en examinar las reacciones de cangrejos de tierra comunes, cuando se les sometía a suaves descargas eléctricas.

En su análisis e interpretación de los resultados obtenidos, los cangrejos mostraron un comportamiento en el que parecían haber establecido esa relación causa-efecto.

Es decir que guardaban memoria de lo que le habían hecho y dónde.

La pregunta es, ¿lo hicieron recordando el dolor que experimentaron? ¿O puede haber otra razón?



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