martes, 2 de septiembre de 2014

Somerville, la traductora de Laplace


A leerlo primero para después, cautivada por su lectura, traducirlo y divulgarlo. Una historia ésta que tiene su propia intrahistoria y unas anécdotas asociadas. Empecemos con la primera.

Traduciendo a Laplace: intrahistoria
En 1827, la Royal Society, instó a la Somerville, a través de su marido ya saben, para que tradujera al inglés la ‘Mécanique Céleste’ de Laplace.

La traducción formaría parte de una pequeña colección divulgativa de nuevas teorías científicas, para un público no experto.

Se trata de una idea que agrada a la matemática, pero para la que duda tener capacidad suficiente. Tanto es así que, aunque al final accede, lo hace con la condición de que si el trabajo no tenía la calidad suficiente, debería ser destruido.

Dicho y hecho.

Se puso manos a la obra con presteza, pero le costó cuatro (4) años llevarlo a cabo. No en vano tuvo que compaginar obligaciones familiares y sociales, con otros trabajos científicos.

Y todo para al final, tener dudas de su calidad científica y no querer entregarlo para su publicación.

No obstante, y a pesar de lo que ella pensaba, el trabajo es tan extraordinario que los editores, a instancias de John Herschel, se hicieron con él y lo publicaron con el nombre de ‘Mechanism of the Heavens’.

Pero no lo hicieron como un trabajo divulgativo para legos, sino como un tratado de importancia fundamental en su campo de conocimientos. Porque lo que hizo la Somerville fue mucho más que una buena traducción.

Ya en su preámbulo compendia todos los desarrollos matemáticos y los conceptos físicos, imprescindibles para comprender la obra. Para después contextualizarla, comentarla e interpretarla, haciéndola asequible.

Fue todo un éxito editorial que se reeditó en muchas ocasiones. Y eso que la obra de Laplace es larga y compleja.

Anécdotas alrededor de la obra
Lo suficientemente compleja les decía, como para que haya dado lugar al menos, a un par de anécdotas. La primera tiene lugar cuando el científico la presentó a Napoleón. Dicen que entre ellos tuvo lugar el siguiente diálogo:

- Monsieur Laplace, me cuentan que ha escrito este gran libro sobre el sistema del universo, sin haber mencionado ni una sola vez a su Creador -indicó Napoleón.

- Sire, no he tenido necesidad de semejante hipótesis -le contestó Laplace. Más adelante, cuando Napoleón le refirió esta anécdota a Lagrange, éste comentó: “¡Ah!, pero ésa es una hipótesis excelente. Explica tantas cosas...”.

Sin y con intervención divina. Curioso.

La segunda anécdota se inicia cuando el matemático y geólogo escocés John Playfair (1748-1819), en cierta ocasión, afirmó que apenas existían una docena de matemáticos en Inglaterra, capaces de leer la obra de Laplace.

Y tuvo su continuación en una visita que éste realizó a los Somerville, y en la que comentó que sólo dos mujeres habían sido capaces de leer la ‘Mecánica Celeste’ laplaciana.

Curiosamente les dijo, ambas eran escocesas. Al parecer, una tal señora Greig y, claro, Mary Somerville. Su asombro fue mayúsculo al comprobar que se trataban de la misma persona.

Son sorpresas que da la vida.

No cesan las actividades y los reconocimientos
Entre las primeras y en 1832, precisamente, el científico de la computación británico Charles Babbage (1791-1871) presentaba su ‘Máquina Analítica’ en el salón de los Somerville.

Allí, entre los asistentes, con la mirada fascinada por el ambiente, se encontraba Ada Byron (1815-1852).

Una por entonces joven aristócrata de apenas diecisiete (17) años, que se sintió atraída no solo por tan complejo proyecto tecnológico, sino por la anfitriona del evento. Desde el primer momento, Mary se convirtió en una referencia importante para Ada.


Orientó sus lecturas, proporcionándoles libros y artículos para sus estudios matemáticos, con los resultados por todos conocidos. De su importancia da fe el reconocimiento que la sociedad científica le hizo, eso sí, años después de su muerte.

Le pusieron su nombre a un lenguaje informático, ADA.

Pero no es éste el momento de la señorita Byron, conocida después como Ada Lovelace, matemática y escritora británica. Sino el de Mary Somerville, la Reina de las ciencias del siglo XIX.



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