lunes, 13 de enero de 2014

CALLE DOCTOR FLEMING, SEVILLA (I)


Situada en la zona sur de la ciudad, en el barrio de Heliópolis, comienza en la calle Padre García Tejero para terminar en la calle Ifni. Discurre paralela a la avenida de la Palmera y entre ellas se encuentra el estadio de futbol Benito Villamarín, que pertenece al club Real Betis Balompié.

El nombre de la calle hace referencia, naturalmente, al científico escocés Sir Alexander Fleming (1881-1955), famoso por descubrir la enzima antimicrobiana llamada lisozima.

Y por supuesto por ser el primero en observar los efectos antibióticos de la penicilina, obtenida a partir del hongo Penicillium chrysogenum.

Pero como principio quieren las cosas, empecemos por él.

Alexander Fleming
“Alec”, que así le llamaban de pequeño, nació en una granja escocesa y era el séptimo de ocho hermanos de una familia de campesinos, cuyos padres daban mucha importancia a la educación de los hijos.

De hecho, y a pesar de ser tantos de familia, todos ellos acudieron a los mejores colegios de la región. De pequeño le gustaba la caza, la pesca, el deporte y, por supuesto, jugar. Fue jugando en el patio del colegio, donde se rompió el cartílago nasal.

Un percance que le dejó una “nariz de boxeador” de por vida pero, como no hay mal que por bien no venga, también le condujo a un descubrimiento importante, como más adelante veremos.

Ya de joven, Fleming, estudió medicina en Londres. Era de baja estatura, tímido, poco hablador y usaba siempre corbata de pajarita. Eximio tirador con fusil y fumador empedernido tenía, sobre todo, una extraordinaria capacidad: la de observar.

Con estas características “Flem”, que así era conocido ahora, entró en el Servicio de Bacteriología del Hospital St. Mary, en el Departamento de Quimioterapia.

De la maltrecha nariz de boxeador y la casi permanente mucosidad
En la vida de Fleming hay al menos dos hechos insignificantes y fortuitos, pero que tuvieron una trascendencia científica extraordinaria. Uno de ellos fue la circunstancia de que estuviera siempre resfriado durante el invierno.

Algo fácil de comprender si recordamos que era un impenitente fumador y, además, estaba lo de su nariz. El caso es que, en 1921, ya con cuarenta (40) años, mientras observaba unas colonias microbianas en una cápsula de vidrio, cayó sobre ellas una gota de mucosidad de su nariz.

Y ocurrió sin que él se diera cuenta.

Un moqueo sin relevancia aparente si no fuera porque, la casualidad quiso que, sus observadores ojos se posaran sobre la cápsula “moqueada”. Su atenta mirada le advirtió de una singularidad. El mucus había disuelto las colonias, acabando con las bacterias. Algo sorprendente.

Así que si permanente les decía antes, oportuna, muy oportuna, añado ahora. Me refiero a la mucosidad, claro.

Puesto en conocimiento de su jefe, éste le sugirió que llamara lisozima a esa “sustancia moquera”, ya que se trataba de una enzima que destruía (lisis) a las bacterias.

Y lógicamente, comprendiendo la importancia del fenómeno, Fleming, experimentó con otros fluidos orgánicos. Comprobó que todos tenían actividad antibacteriana. (Continuará)



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