lunes, 9 de diciembre de 2013

¿Qué hizo Peter Higgs el día que se anunció el Premio Nobel? (1)


Sabiendo que sí, que este año de 2013 haría carambola en lo que se refiere a premios, ganar el Nobel y el Príncipe de Asturias, Peter Higgs (1929) intenta por todos los medios acomodarse y acostumbrarse a su nuevo status de celebridad científica.

Aunque, según cuenta, no lo tiene fácil. No solo se trata de una situación que no va con él sino que, como ironiza, le pilla ya un poco mayor.

No en vano le coge con ochenta y cuatro (84) años y tras casi medio siglo de espera desde que, en 1964, enunciara su hipótesis sobre la existencia del susodicho bosón.

Vamos, que ha llovido mucho desde entonces. Y mucho es el tiempo transcurrido, del que buena parte ha vivido como una persona normal, casi alejado de la ciencia.

Casi como usted y yo. O eso al menos dice.

Una vida de lo más normal
Con las mismas rutinas que cualquier persona. Dado que vive solo, emplea buena parte de su tiempo en labores domésticas: realizar la compra en el supermercado, preparar la comida, arreglar la casa, etcétera. Faenas que atañen al cuerpo.

Pero también dedica tiempo al espíritu. Se ha propuesto leer todas aquellas novelas que, en tiempo, el trabajo no le permitió y le hizo ir postergando. Y por supuesto dedica bastante a su actividad preferida: escuchar música clásica.

La hace en casa, dispone de una magnífica colección de CDs, y asistiendo a todos los conciertos que puede. No es mala rutina.

No es extrañar que no quiera que se le cambie por nada. Ni siquiera por la concesión del Premio Nobel. Claro que es un decir. Un Nobel es un Nobel. Pero lo cierto es que Higgs ya lleva tiempo alejado de la física.


Jubilado de la Física
De forma sorprendente, el reciente Nobel, reconoce que el avance de esta disciplina le dejó fuera de juego a mediados de los ochenta. Es decir, hace ya casi treinta (30) años.

Sencillamente los nuevos conceptos que surgieron, posteriores al Modelo Estándar, como la supersimetría, no sólo le exigían conocer nuevas herramientas matemáticas que ignoraba, sino que le costaba mucho manejar.

Lo que le hacía cometer un error tras otro en sus desarrollos teóricos.

Una frustración a la que tuvo que añadir el hecho de ver cómo, jóvenes doctorados con veinte o treinta años menos que él las manejaban con destreza y eran capaces de avanzar en sus investigaciones. En definitiva que eran mejores que él.

Fue el momento en el que pensó que había un tiempo para todo, que el suyo se había acabado, y que no tenía sentido continuar. Desde entonces disfruta de la Física sólo como mero espectador.

Sin embargo no se llame a engaño, lector.

Salta a la vista, por un lado, que está muy honrado por los reconocimientos que no deja de recibir. (Continuará)



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