lunes, 30 de diciembre de 2013

¿Por qué sale el arco iris después de llover?


Seguimos con este prontuario (tercera entrega)de “por qué y porque” científicos y lo hacemos con otra de esas realidades que nos rodean, y a las que apenas prestamos atención.

Y el apenas del que les hablo es, en el mejor de los casos.

Lo más normal es que ni nos fijemos en la mayoría de ellas. Mucho menos que intentemos darle una explicación de por qué suceden.

De forma que, y parafraseando al Nobel español cuando nos dijo que al carro de la Cultura no le falta la rueda de la Ciencia, intentemos paliar en algo la carencia.

¿Por qué sale el arco iris después de llover?
Sin entrar en la definición y descripción del fenómeno óptico-meteorológico que conocemos como “arco iris”, sólo pondremos en este negro sobre blanco dos de los requisitos necesarios, que no suficientes, para poder observarlo.

A saber, la existencia simultánea en la atmósfera tanto de gotas de agua como de rayos solares.

Trato de decirles que las gotas no tienen que ser precisamente de lluvia. También podemos observar el arco iris si los rayos solares atraviesan el agua de una cascada, una zona de niebla, una fuente o del chorro de una manguera.

La explicación nos viene del campo de la Óptica Geométrica y Física, y se basa en los fenómenos de reflexión y refracción que experimenta un rayo de luz blanca (en puridad un conjunto de radiaciones electromagnéticas visibles para el ojo humano), cuando atraviesa una gota de agua.

Si además lo hace con el ángulo adecuado, cuarenta y dos grados (42 º), entonces se produce su dispersión, que es el término científico para la descomposición de la luz blanca (compleja) en los colores elementales (desde el rojo al violeta).

Al parecer, la primera explicación científica del arco iris es ya antañona. Se la debemos al filósofo, matemático y físico francés René Descartes (1596-1650) y data de 1637.

A él, que como filósofo ya había expresado su deseo de conocer al mundo y las tragedias que en él se representan.

Y como científico nos mostró la forma de hacerlo: dividir cada una de las dificultades que se examine, en tantas partes como fuera posible, para su mejor resolución.

No. No es mal método.

Por cierto que el pensador cartesiano, no nos dice nada del legendario caldero repleto de monedas de oro que, ciertos rumores, sitúan en la base del arco iris. A lo mejor es porque no pudo llegar hasta ella.

Aunque desde entonces ya ha llovido, y tenemos otras respuestas.


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