sábado, 13 de julio de 2013

La ofrenda del higo (1)


Me he tomado la licencia de titular así el cuadro del pintor flamenco de animales y bodegones, Frans Snyders (1579-1657), considerado por muchos como el creador de, podríamos decir, dos nuevos tipos de pintura: la naturaleza muerta de caza y las “despensas”.

Una licencia de nombre que, ya verán, nos viene que ni pintado a los intereses del asunto que nos hemos traído entre manos estos últimos días. Ése que versa sobre arte, higos, sexo y tentación.

El cuadro, visto de un vistazo, es lo que parece. Una más que exuberante y casi lujuriosa mesa y alrededores, llenos hasta los topes de productos de la huerta.

Y como de muchos otros cuadros, en los que aparecen alimentos, se pueden extraer enseñanzas sobre la existencia humana.

Algunas de nuestras convenciones sociales, culturas alimenticias, educación culinaria, transacciones comerciales, etcétera. En cualquier caso nada reprochable.

Bueno, en este caso, la opulencia de los productos mostrados, un signo evidente de la rica y ostentosa burguesía, la nueva clase social ascendente del siglo XVI, quizás lo sea en parte.

Pero nunca por el motivo que lo fue.

Un cuadro obsceno
Han de saber que el contenido de este cuadro, en su época, y en círculos sociales muy extendidos, fue considerado obsceno y algo que nunca debió ser pintado. Y la pintura una obra que, como tal, nunca debía ser mostrada en público.

¿Por qué, si no es más que un bodegón?

Salvo que se trata de una composición quizás demasiado amplia, demasiado saturada, demasiado luminosa, demasiado decorada, demasiado lo que usted quiera, nada reprobable hay en ella desde un punto de vista moral. Nada que impida su exhibición pública.

Salvo, claro que haya algo más pintado en él ¿Hay algo más pintado?

Bueno, sí. En su ángulo superior izquierdo, se puede ver una escena en la que una mujer sentada a la mesa ofrece una fruta a un hombre que llega hasta donde ella está.

¿Y? ¿Qué problema hay? ¿Qué tiene de obsceno? Se preguntará.

Bueno, como muchas cosas en esta vida, eso depende. En realidad (casi) todo depende. Ya se lo decía hace unos días. Muchas verdades están, no sólo, en la boca del que habla o en la mano del que pinta, también se encuentra en el oído del que escucha y en el ojo del que ve.

Y aquí puede que ocurra algo de eso.

Desde el punto de vista biológico
Si nos fijamos bien en la zona humana de la pintura, y lo hacemos con una mirada interesada, podremos ver ahora detalles en los que antes no caímos. Para empezar el fruto ofrecido por ella es un higo.

Sí, el sexual higo, la flor junto con la breva de la higuera ¿Ven por dónde van los tiros?

Se trata de una elección frutera que, desde el punto de vista biológico, no puede ser más acertada. La asociación del higo da en plena diana provocadora.

Ya hemos comentado que el sicono viene a ser una especie de cama redonda donde tiene lugar la reproducción de la higuera, junto a la de la avispa dicho sea de paso, que la posibilita. Una auténtica orgía entomológica a la que continuará la función de incubadora.

Sí. Se trata de una asociación, que por lo que de sexual tiene, resulta de lo más afortunada.

Por cierto, ya que va de tiros. El hombre que toma el higo es un cazador que parece que vuelve de una cacería. Con todas las connotaciones que pueda usted colgarle a semejante situación.

Una joven ofreciendo un higo a un hombre que vuelve de cazar. No le digo más. Ahí tiene que haber un problema moral subyacente. Seguro. Es un higo, nada menos, lo que le está ofreciendo. Ella a él.

Bueno, bueno, bueno. (Continuará)

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