miércoles, 22 de mayo de 2013

Lady Mary Wortley Montagu [I]


Mary Pierrepoint, nombre de soltera de Mary Wortley Montagu (1689-1762), fue una aristócrata británica atípica. Aunque su padre, como era propio en esa época, no tuvo ningún interés en educarla, ella procuró aprender por su cuenta y riesgo en los libros de la biblioteca familiar.

De forma autodidacta estudió griego y latín y plasmaba su creatividad en numerosos escritos.

Amiga del satírico escritor irlandés J. Swift (1667-1745) y del poeta y político inglés J. Addison (1672-1719) recibió, incluso, piropos del poeta inglés A.Pope (1688-1744) y elogios del gran Voltaire (1694-1778).

Lo que no está nada mal para cualquiera, y bastante bien, si tenemos en cuenta que ella era una mujer y que estamos a finales del siglo XVII. Otros tiempos y otras costumbres

Por su brillante inteligencia destacó en la corte del rey Jorge I donde se hizo notar, dado lo poco convencionales que resultaban sus opiniones que, dicho sea de paso, divertían y escandalizaban a partes iguales a la buena sociedad.

Un comportamiento nada apropiado para una jovencita sin embargo.

Otra muestra de su determinación y carácter rebelde fue la decisión de casarse con Edward Wortley Montagu, en contra de la opinión de su padre que no quería. Ya, él no pero ella sí. De modo que se casó.

El ataque de viruela
A principios de 1715 todo parecía irle bien a Mary. Recién casada, heroína de la alta sociedad londinense, reconocida poetisa y famosa por su inteligencia y belleza. Nada parecía poder con ella. Mas, en diciembre de ese mismo año, todo cambió.

Sufrió un ataque de viruela. Y aunque sobrevivió, la enfermedad le hizo perder sus largas pestañas y le dejó el rostro lleno de marcas. Algo nada agradable para una mujer joven, que se veía envejecida de pronto. De la noche a la mañana.

Por eso consideró como un golpe de fortuna, que a su marido lo nombraran en 1716 embajador británico en Constantinopla. No lo dudó y se embarcó con él. No sólo abandonaba Londres, sino que vería mundo. Perfecto.

Destino Estambul
Desde su llegada, Lady Mary se sintió impresionada por el mundo islámico. Sus agudas observaciones las plasmó en unas cartas conocidas como ‘Turkish Embassy Letters’.

En ellas, con una excelente prosa, profundiza de forma muy descriptiva en las interioridades de la sociedad turca, en especial de sus mujeres.

No olvidemos su juvenil rebeldía social y que fue amiga de la escritora inglesa Mary Astell (1666-1731), considerada como la primera feminista inglesa, por su lucha en la igualdad de oportunidades en la educación de las mujeres.

Pero en Estambul nuestra poetisa descubre un hecho que la epata.

Se entera de una práctica antiquísima para prevenir la viruela que realizaban las mujeres turcas.

Consistía en introducir una pequeña cantidad de un exudado de viruela de un enfermo, en una escisión que se hacía en la piel de la persona sana que se quería inmunizar.

Un veneno que curaba. Sorprendente. Con el tiempo terminó siendo un proceso que se llamaría variolización, y que inmuniza contra la contagiosa enfermedad.

Tan segura estaba de su eficacia que inoculó a su propio hijo de tres años. (Continuará)




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