jueves, 16 de mayo de 2013

A. EINSTEIN: UNA BIOGRAFÍA. Madurez (IV)


Arremetió contra la persona por ser judío y contra el científico, tachando de falsa su Teoría de la Relatividad. Con el tiempo Lenard se convirtió en un entusiasta miembro del partido nazi y sus ataques ganarían en virulencia.

De hecho denunció a la teoría de la relatividad por ser judía y antigermana ¡A una teoría física! Incluso llegó a decir: “La teoría de la relatividad, del judío de pura sangre Albert Einstein, cuando se enfrenta con la realidad no puede sostenerse”.

Un día oscuro para la ciencia.


Días después, Planck, invitó a Niels Bohr a dar una conferencia en la Sociedad Física de Berlín. Allí lo conoció Einstein. Por primera vez estaban juntos Planck, creador de la hipótesis cuántica de la energía, y los dos hombres que mejor uso dieron a su idea: Bohr y Einstein.

Qué momento.

En octubre de ese año, fue nombrado Profesor Supernumerario de la Universidad de Leiden. Una colaboración que mantuvo hasta 1952.

Haciendo las Américas
A finales de marzo de 1921, Einstein, acepta acompañar a C. Weizmann -dirigente sionista que con el tiempo llegaría a ser el primer presidente de Israel- en un viaje a los EE.UU.

El motivo, recaudar fondos para crear una Universidad hebrea en Jerusalén.

El 2 de abril, el barco que les llevaba atracó en el puerto de New York. Se desencadenó un delirio colectivo. Fue recibido como si fuera un héroe de guerra.

Estos estadounidenses.

El presidente Harding le invitó a la Casa Blanca y varias universidades requirieron su presencia. En la de Princeton, donde dio cuatro conferencias cuyo compendio se publicó en forma de libro, le hicieron doctor honoris causa.

Fue en una de estas recepciones cuando le pidieron su opinión acerca de unos experimentos que, supuestamente, rebatían su teoría de la relatividad.

Su comentario, una de sus citas más conocidas, fue: “Dios puede ser sutil, pero no malicioso”. (Raffinieri ist der Herr Gott, aber boshaft ist er nicht).

Daba a entender que, si bien, la Naturaleza oculta sus secretos, lo hace por ser sublime, no por ser tramposa.

Desde 1931, este credo científico está grabado en el mármol de la chimenea de la Facultad de Matemáticas de Princeton.

Desde el punto de vista científico, la primera visita de Einstein a los EE.UU. resultó todo un éxito, y no le fue a la zaga la recogida de fondos. Gracias a su fuerte reclamo “publicitario” se recaudaron más de dos millones de dólares (de los de la época).

De vuelta a casa
En su viaje de regreso pasó por Londres, alojándose en la casa de Lord Haldane, un hombre de gran cultura, jurista, filósofo y político. Nuevas investiduras de doctorado, agasajos múltiples y, como no, conferencias sobre relatividad.

Dedicó una mañana para visitó la tumba de I. Newton en la Abadía de Westminster.

Y como antes hizo con el estadounidense, Einstein, cautivó al pueblo inglés con su personalidad, sencillez, humor y naturalidad.

En una cena en la casa de su anfitrión, el arzobispo de Canterbury, jefe de la Iglesia Anglicana, le preguntó sobre la posible influencia de la teoría de la relatividad en la religión. El genio respondió: “Ninguna. La relatividad es un asunto puramente científico y no tiene nada que ver con la religión”.

En junio de 1921, vuelve a Berlín. Poco tiempo después, en Postdam, un nuevo observatorio astronómico con un moderno telescopio, el más grande de su época, eran bautizados, en su honor, como Torre y telescopio de Einstein.


París
En marzo de 1922, Einstein da una serie de conferencias en el College de France, en París. Fue en una de estas conferencias donde el famoso filósofo francés Paul Valery, le preguntó qué hacía cuando tenía una idea original.

Si la anotaba en un cuaderno que llevaba o en una hoja suelta, ¿qué hacía? Con rapidez, Einstein, respondió: “Cuando tengo una idea original no se me olvida”.

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1 comentario :

Luis Gray dijo...

Magnífica biografía, he disfrutado mucho y hasta me hecho reír en algunos párrafos.