martes, 29 de enero de 2013

Acerca de la declinación magnética


En los tiempos de instituto nos enseñaron que la orientación que experimentan los imanes la pudo explicar ya en 1600, el físico inglés William Gilbert (1544-1603).

Lo hizo suponiendo a la Tierra como un gigantesco, aunque débil, imán, cuyo polo Norte magnético estaría, precisamente, en el polo Sur geográfico y viceversa.

Y así, al polo de la aguja magnética que queda orientado hacia el norte geográfico se le denomina polo norte magnético del imán. Siendo el otro polo, el orientado hacia el sur geográfico, el sur magnético.

Es decir, que el norte geográfico de la Tierra es un polo sur magnético, debido a que atrae el polo norte de un imán. Y el polo sur geográfico es un polo norte magnético.


Puede parecer un trabalengua, lo sé, pero Gilbert estaba en lo cierto. La Tierra se comporta como un imán orientado, con sus polos magnéticos situados cerca de los polos geográficos. Cerca, pero no coinciden.

Gilbert fue el primero en comprobar y medir esa no coincidencia mediante un instrumento que diseñó. En realidad el polo sur magnético se encuentra a unos mil quinientos kilómetros (1500 km) del polo norte geográfico.

Una distancia lineal que en medida angular, recibe el nombre de declinación o variación magnética.

También sabemos desde hace tiempo que el campo magnético de la Tierra no es paralelo a su superficie en todos sus puntos. Una desviación angular que se conoce como inclinación magnética, y que no es más que el ángulo que forma el campo magnético terrestre con la horizontal.

Es precisamente en los valores de estos ángulos, declinación e inclinación, en los que está basado el funcionamiento de las brújulas.

Unos instrumentos originarios de la China, que pasaron a Europa hacia el siglo XIV, y cuya utilización en la navegación la independizó de la referencia respecto a la posición de las estrellas, y de la proximidad a la costa. Navegación de bajura.

Todo un avance para el espíritu aventurero del hombre.

Sobre líneas isogónicas y agónicas
Ya hemos comentado que la declinación magnética en un punto de la Tierra, es el ángulo comprendido entre el norte magnético local y el norte verdadero o geográfico. En otras palabras, la diferencia entre el norte geográfico y el indicado por una brújula, denominado también norte magnético.

Por convención, y desde el punto de vista analítico, a la declinación se la considera positiva (>0) si el norte magnético se encuentra al este del norte verdadero, y negativa (<0) si se ubica al oeste.

A las líneas formadas por la unión de todos los puntos con igual valor de declinación magnética, se las denomina curvas isogónicas, es decir de igual valor angular.

Y de ellas, a las de valor nulo, curvas agónicas o sin ángulo. De modo que si sobre el terreno colocamos una brújula, en una posición que pertenezca en la gráfica a un punto de una curva agónica, dicha brújula apuntará, exactamente, al norte verdadero, ya que su declinación magnética es nula.

Pero la cosa no es tan simple. La variación magnética resulta que no es constante, sino que varía con el tiempo y el lugar ¿De qué factores depende la declinación magnética?




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