miércoles, 10 de octubre de 2012

MONUMENTO de COLÓN (1)


Por antigüedad es el quinto de los seis reconocimientos que el gran almirante tiene en nuestra ciudad, ya que está fechado en 1921. Esta levantado en el centro de los jardines de Murillo o los de Catalina de Ribera (41004), que no vamos a entrar en esa disquisición territorial.

Ocurre, que para los sevillanos, se trata de un único parque, sólo que con dos nombres. Y en la simplificación se ve que salió ganando el pintor, en detrimento de la dama. Estas cosas pasan.

Financiado, prácticamente, por suscripción popular y entidades culturales locales, nunca ha sufrido cambios de ubicación. Sus coordenadas geográficas son: 37° 23′ 04″ N y 5° 59′ 15″ O.

Lo que sí cambió con el tiempo fue su diseño original.


Pensado inicialmente como una estatua del almirante sobre una de las columnas romanas de la calle Mármoles -a modo de Hércules o Julio César de la Alameda, para que se hagan una idea-, pronto su simbología cambió.

Y con ella su diseño y, en buena parte, la (ilógica) lógica de su nombre, monumento de Colón. Pero vayamos por parte, que principio quieren las cosas: el diseño.

Desde el principio la idea de la columna gustó. De hecho gustó tanto que, en lugar de una se pusieron dos, sólo que ya no fueron romanas, sino modernas. Un signo quizás de los tiempos.

Se pretendía con ellas simbolizar las columnas de Hércules. Lo que está muy bien.

Mas, sobre ellas, ya no iba don Cristóbal, sino un león con una garra sobre la bola del mundo, a modo de símbolo del imperio español. Bueno. Eso, también, está bien.

Pero es que, en medio de las dos columnas, a buena altura, iba una carabela con los nombres de Isabel y Fernando, y todo el conjunto estaba en el mismo centro de una fuente que lo rodeaba.

Por supuesto que ante tal imagen, es evidente que cualquiera de ustedes, lo primero que se pregunte es, si el monumento se llama de Colón, ¿dónde está este buen hombre?

Pues justo en la base de las columnas.

Allí debajo aparece, en uno de sus lados, un medallón de él y, en el otro, el escudo de los Reyes Católicos. Eso es todo lo que hay en el monumento del pobre Colón.

En su propio monumento, de él solo está su esfinge en un medallón, en la base de una fuente-monumento de nada menos veintitrés metros (23 m) de altura. Vamos que si no sabe usted que está ahí, como no sea que lo busque expresamente, ni lo ve.

Todo un despropósito, se mire por donde se mire. Y de ahí, a mi entender, la poca lógica de su nombre, monumento a Colón, a la que hacía alusión más arriba.

Por cierto, no se lo he dicho aún, el conjunto está firmado por el arquitecto Juan Talavera y el escultor Lorenzo Coullaut Valera, autor del león y del retrato de Colón.

Ya en otro orden de asuntos, y a propósito del despropósito, mi padre me solía contar una broma sobre él.

Decía, que cuando se llevaba a visitar el monumento a algún foráneo y se le indicaba, con toda la intención del mundo, “éste es el monumento a Colón”, nunca faltaba quien, de forma inexorable, preguntaba: “¿Y dónde esta Colón?”.

Natural que lo preguntara. Lo que no sabía es que, con ella, había caído en la trampa de la broma. Estaba en la respuesta. Que era tan fulminante y burlona, como inevitable y lógica la pregunta: “A Colón se lo comió el león”. (Continuará)


1 comentario :

un seguidor sevillano dijo...

Me gusta esta serie de Colón y Sevilla