martes, 19 de julio de 2011

¿Es verdad lo del niño imán? (y II)

(Continuación) Pero, fotografías aparte, también está el sentido común…
...Sentido común…
Les decía lo del torso desnudo, sin vello, que atraían magnéticamente objetos de plástico y que ninguno de ellos colgaba porque, a ese respecto, todos tenemos experiencias parecidas.
¿Quién de pequeño no se puso una cucharilla colgada por la parte cóncava de la punta de la nariz, y no se le caía? Eso sí echando disimuladamente un poca la cara hacia atrás?
¿Y quién, alguna que otra vez, no se ha quedado medio pegado al asiento de cuero o plástico de un coche en verano, por ir en traje de baños o con el torso al descubierto?
¿Decía por eso que tenía poderes magnéticos? Claro que no.
Para explicar tal poder, basta pensar que la piel es una superficie grasienta a la que pueden quedar pegados los objetos.
Pero si la cubre con ropa entonces no.
Y por supuesto no espere, ni por asomo, que la capacidad de fijación de la grasa de nuestra piel pueda mantener suspendido un cuerpo pesado, que no esté parcialmente apoyado.
Por eso los niños magnéticos aparecen como aparecen. Con el torso desnudo y echaditos hacia atrás.
¡Ah! Que no se me olvide, ¿por qué no le aplican antes una ligera capa de aceite en la piel? ¿A ver si ahora siguen atrayendo magnéticamente a los cuerpos?
Por último hay unas preguntas que me inquietan...
…Y unas preguntas que me inquietan
Como los supuestos investigadores de las revistas de la energía del mal yu-yu, dicen que no han encontrado ningún tipo de engaño, a pesar de todas las pruebas que les han hecho, desde este predio divulgativo les ofrezco algunas preguntas:
Una. ¿Les pusieron una brújula cerca del cuerpo, para ver si ésta cambiaba de dirección? Es sencillo y definitivo.
Dos. ¿Probaron si también atraía la parte posterior de los niños? Como bien sabemos el campo magnético no es un campo de fuerzas central, es decir, sus líneas de campo son cerradas.
Trato de decirles que, ya que no existe el monopolo magnético, deberemos buscar el otro polo. Y si la parte delantera del niño es, digamos, el polo norte, ¿dónde buscar el polo sur? ¿Lo hicieron?
Tres. ¿Qué le ocurre al niño magnético cuando abre el frigorífico de su casa? ¿Se queda pegado como los imanes de la puerta?
Cuatro. Y cuando va por la calle, ¿qué pasa con las vallas metálicas, las farolas, los semáforos, etcétera? ¿Cómo los esquiva?
Cinco. En el colegio, ¿cómo protegen a los ordenadores de su naturaleza electromagnética? Es más, ¿cómo se levanta el niño de la silla que tiene armadura metálica?
Seis. Y ahora que lo pienso, ¿cómo se las arregla en los edificios con detectores de metales? Piiiiiii
No sé qué les parecerá a ustedes. Pero es muy extraño que no hayan contado, en esas revistas de “ikerizada” investigación, nada de todos estos detalles.
Claro que a lo mejor no es necesario, porque todo es un timo. Sí. Para mí que va a ser eso.
Pero a ellos qué les importa. Han hecho su fraudulento “negociete” esotérico una vez más. Y a costa del dinero de usted. Como siempre.


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