domingo, 13 de marzo de 2011

Marie Curie (III)


(Continuación) Y es Marie quien ocupa su cátedra en la Sorbona, convirtiéndose en la primera mujer (3) que forma parte de un claustro universitario.

A su debut como profesora acudieron muchos curiosos que ni siquiera eran alumnos. Se convirtió en un personaje público.

La expectación social que provocó fue enorme. Por desgracia no será la única vez que se convierta en un personaje público.

Por otro lado su amistad con la física Hertha Ayron la introdujo en la lucha feminista. Se llegó a manifestar en pro de la liberación de sufragistas encarceladas y fue una de las que solicitó a la Asamblea Nacional francesa el voto para la mujer.

Ya les he adelantado que Marie fue una mujer con ideas propias desde muy pequeña. Y a todo esto, por supuesto que continuaba con sus investigaciones sobre la radiactividad.

Lo hace con quien había sido un eficaz ayudante de la pareja durante muchos años, el experto en teoría electromagnética Paul Langevin. Un hombre que fue colaborador, compañero, amigo y con el tiempo amante.

El escándalo y sus consecuencias
La intensa y estrecha colaboración con Lagevin, hay indicios que así lo indican, también hizo nacer un episodio amoroso entre ellos, que dio mucho que hablar.

Bueno, en realidad fue todo un escándalo.

Y lo fue porque, si bien Marie era viuda desde hacía cinco años y por tanto libre, su ayudante no. Paul estaba casado, tenía cuatro hijos y, además, era cinco años más joven que ella.

También es cierto que su matrimonio estaba roto desde hacía años. No obstante eran demasiadas barreras para esa época.

La prensa francesa descubrió la relación, y a su poder llegaron unas cartas de amor intercambiadas entre ambos.

Unas cartas que habría filtrado la despechada esposa y que se publicaron, con todo lujo de detalles, durante una conferencia científica internacional, que tuvo lugar en Bruselas y a la que se desplazaron los amantes. Un mal asunto.

La relación extramatrimonial no fue aceptada por la sociedad y la pareja, en especial Marie, empezó a ser repudiada social y profesionalmente.

Buena parte de culpa en dicho rechazo la tuvo la prensa de la época, que no dejaba de airear en sus páginas el asunto.

En ellos se podía leer editoriales como: “esa refugiada polaca que se ha atrevido a romper una familia francesa”.

En fin. No existían aún la televisión, ni la prensa amarilla, ni los programas del corazón, pero ya se sabe cómo las gastan los chicos de la prensa.

Para que se hagan una idea de cómo estaban las cosas, les apunto un detalle. La gente se apiñaba delante del apartamento de Marie gritando: “¡Fuera la extranjera!”, y “¡Robamaridos!”.

Tan grave y preocupante llegó a ser la alteración social, que el propio Gobierno tuvo que intervenir para calmar los ánimos. Y aunque los colegas-amantes siguieron viéndose, se comprometieron a hacerlo con discreción y a mantener las apariencias.

Sobre todo por los cuatros hijos de él. Hay que salvaguardar a los niños.

No obstante, con el tiempo, la relación entre Marie y Paul terminó por romperse. Estas cosas suelen suceder.

Lo curioso de esta historia es que no será ésta, la última ocasión en la que se crucen y unan, los destinos de los Curie y los Langevin. Más adelante se lo cuento.

Ahora conviene destacar que el rechazo social hacia Marie también afectó a su desarrollo profesional. Fruto del mismo, su candidatura para formar parte de la Academia Francesa de las Ciencias no fue admitida.

Algo totalmente injusto e incomprensible pues ella ya tenía un Nobel y había sido invitada al selecto Congreso Solvay. Dos logros al alcance de muy, muy, pocos.

Por cierto que era la primera mujer (4) que asistía al afamado Congreso y además, la única [1].

Pues nada. Por lo que se ve, no eran méritos bastante para la Academia. De modo que no se la aceptó.

Premio Nobel de 1911 en Química (el segundo)
Fue entonces cuando la Academia Sueca, he aquí las paradojas de la vida, le concedió el segundo Nobel. Ni que decir que la francesa (a la academia me refiero) no se dio por enterada.

Pero el caso es que el trabajo conjunto con Langevin, condujo a la obtención del radio metálico y por él Marie recibe el Premio Nobel, ahora de Química, en 1911.

Es su segundo nobel, siendo la primera persona en recibir dos de estos galardones. Y por tanto la primera mujer (5). Y por ahora la única [2].

En su discurso de agradecimiento, Marie, tiene palabras de recuerdo para su difunto esposo. La titularidad del galardón dice:

Premio Nobel de 1911 en Química, “Por el descubrimiento de los elementos radio y polonio y sus investigaciones sobre la naturaleza y comportamiento de dichos elementos”.

¡Si la envidia fuera tiña!
Como se podrán imaginar, tras la concesión, a algunos de sus colegas les faltó tiempo. Y apenas tardaron en quitarle mérito. 

Empezaron a manifestar que se lo habían dado, más que nada, por simpatías hacia su difícil situación personal. Y no por sus logros científicos.

¡Qué mala es la envidia. (Continuará)

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