miércoles, 23 de junio de 2010

Leyendas Galilenses (I)

Desde el pasado 11 de junio se pueden ver -en el recién modelado Museo de la Historia de la Ciencia de Florencia, ahora rebautizado como Museo Galileo-, los últimos descubrimientos relacionados con el científico Galileo Galilei.

No. No son aportaciones de su genial intelecto. Más bien son restos de su cuerpo.

En concreto se trata de dos dedos de su mano derecha, índice y pulgar, y de un diente, un premolar, probablemente el segundo a la izquierda de la arcada superior.

Unos restos que fueron amputados de su cuerpo y llevaban más de un siglo en paradero desconocido.
Está visto que, hasta después de muerto, todo lo relacionado con el genial pisano resulta extraordinario.

Como les decía, ahora, estas tres reliquias galileanas ya están junto al, cerca de un millar de objetos e instrumentos, ideados y construidos por el genio.

Entre ellos destacan los dos catalejos y la lente con la que el científico descubrió los satélites de Júpiter.

Una historia, ésta de los restos humanos, algo rocambolesca y que consta de dos capítulos.

Estoy convencido que, a poco tiempo que pase, formará parte del ya, más que poblado volumen de las leyendas galilenses.

Por si les atrae se la cuento. Y si no les importa lo haré en sentido opuesto al paso del tiempo.

O sea del presente al pasado. La he llamado la leyenda de “Los dedos y el diente perdidos”.

La leyenda de los dedos y el diente perdidos
De su último sucedido ya tienen información. Desde el pasado viernes 11, estos restos se encuentran expuestos en el Museo Galileo.

Pero, ¿cómo llegaron allí? ¿Dónde habían estado hasta entonces? ¿Quién y cuándo las encontró?

Bueno, pues de su existencia se tuvo noticia en octubre del pasado año 2009. Al parecer se encontraban en el interior de un relicario del siglo XIX, de unos 74 cm de altura de madera y cristal.

Por lo que se sabe, fue adquirido en pública subasta por un anticuario que, en un principio, desconocía de quien podrían ser dichas reliquias. Aunque barruntaba algo.

Y más que él, su hija, que fue quien le puso sobre la pista.

Digo en un principio porque, aconsejado por ella, coleccionista de relicarios, observó un pequeño busto de madera, que coronaba el relicario y que guardaba un gran parecido con el físico.

Padre e hija comprendieron que estaban ante algo importante y pujaron en la subasta hasta llevárselo.

Poco después, el coleccionista se ponía en contacto con funcionarios de Cultura de la ciudad de Florencia. Ellos avalaron que los objetos y el contenedor, podrían coincidir con la descripción de algunas de las reliquias de Galileo, que aparecían relacionadas en ciertos documentos históricos.

Tras los inevitables análisis científicos correspondientes, el primer informe se confirmaba. Y poco tiempo después, el director del Museo, Paolo Galluzi, una de las máximas autoridades en el astrónomo, autentificaba los restos.

El anticuario había jugado y había ganado. Todo hace pensar que fue un pleno comercial.

Ni que decirles tengo que se ignora todo lo relacionado con la fecha, el lugar y lo que pagó por los objetos en dicha subasta.

Así como lo que cobró del Museo donde, desde 1930 se guardan numerosos objetos, instrumentos, documentos de la vida del genio.

Y del hecho asegurado que los restos encontrados, han pasado a ser un nuevo reclamo para el público.

Todas las partes deben ganar en el mundo de los negocios. (Continuará)

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