martes, 20 de abril de 2010

Leyenda urbana (II)

(Continuación). TRES. Los lugares en los que acontecen suelen ser sitios cotidianos, conocidos. Como una casa, oficina, metro, autopista, etcétera.

Y las personas a las que les suceden son, o parecen ser, normales. Como usted y yo.

O sea todo es de lo más natural.

Lo que ya no lo es tanto, es lo que les ocurre. Demasiado para ser cierto y creíble.

CUATRO. Las leyendas urbanas se suelen escuchar como si fuesen verdades absolutas, porque están en el límite de la credibilidad.

Aunque la mayoría de las leyendas urbanas son falsas, al estar rozando la verosimilitud, venir acompañada de un gran número de detalles, ser contadas con pasión y circular de boca en boca, se hacen más creíbles.

Pero no se fie. Lea, documéntese y razone.

QUINTA. Aunque su origen se remonta a los años 70 del siglo XX, fue Internet quien propició el despegue de las leyendas urbanas como un fenómeno global.

Precisamente vía e-mail un amigo me manda esta historia diciéndome, que se la había enviado un amigo, cuyo hermano estudió en París y que la pudo leer en prensa.

¿Le suenan las circunstancias? Ya ve por donde voy.

Basado en un supuesto hecho real sucedido en Francia, fue publicado en un periódico parisino. Por si les interesa les transcribo la noticia.

La leyenda de lio familiar
Todo empezó con una supuesta carta que alguien mandó, contando que, ... Mejor la leen.

“Estimado señor Ministro de la Defensa Nacional. Permítame presentarle respetuosamente el caso siguiente, referente a mi situación personal, con el fin de solicitar mi baja inmediata del servicio militar.

Tengo 24 años y estoy casado con una viuda de 42, madre de una hija de 25 años. Ocurrió que, al poco de conocerse, y tras intimar, mi padre se casó con esta última.

De modo que, en estos momentos, mi padre es también mi yerno pues se ha casado con mi hija.

Pero claro, a la vez, mi hija es también mi madre pues está casada con mi padre. Con lo que resulta que mi padre es esposo y también abuelo de mi hija.

A todo esto mi mujer, no sólo es la nuera de mi padre por estar casada conmigo, sino que es también su consuegra al ser la madre de su mujer.

No sé si me sigue, señor ministro. Pero conviene que no se pierda porque ha de saber que la familia ha aumentado.

Este pasado enero mi mujer y yo vimos bendecido nuestro hogar con la llegada de un hijo.

Lo que complica, un poco más, las cosas. Verá porqué le digo esto.

Me he puesto a pensar y sucede que, con esta criatura en el mundo, mi padre es abuelo de mi hijo y su cuñado también, al estar casado con su hermana.

Y no queda ahí la cosa. (Continuará)

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