miércoles, 8 de julio de 2009

Alan Turing: Matemáticas y homosexualidad (II)

(Continuación) Es evidente que en su mente ya barruntaba la idea de lo que hoy conocemos como software. Y era tan solo el Año del Señor de 1936.

No es de extrañar que Alan Turing esté considerado como el “Padre de la Informática Moderna”. No, no lo es.


La manzana de Blancanieves
Un apunte más. En esta etapa de Cambridge solía repetir con frecuencia una frase de la película de W. Disney, La Bella durmiente, sobre la manzana envenenada, y la rapidez con la que un solo mordisco podía producir el descanso eterno. Toda una premonición.

En 1939, Turing, fue uno de los primeros científicos contratados por el gobierno inglés para trabajar en el Foreign Office durante la Segunda Guerra Mundial.


Al poco tiempo lideraba el grupo de trabajo encargado de diseñar las máquinas y técnicas, que permitirían a los aliados descifrar los textos en clave que utilizaban el Ejército y la Marina alemanes para comunicarse.

‘Enigma’ y la Segunda Guerra Mundial
Los elaboraba la célebre máquina de cifrado germánica conocida como Enigma, y su decodificación fue decisiva en la solución del conflicto bélico a favor de los aliados.

Les dio una ventaja sobre los nazis, que bien puede considerarse como determinante. Un hecho poco valorado en la bibliografía bélica.

La decodificadora inglesa fue llamada ‘Bomba’ y estaba construida electromecánicamente con relés. Su misión era explorar todas las posibles combinaciones que generara Enigma, la máquina codificadora alemana.

También durante esta etapa el amor llamó a su puerta. Vino de la mano de una estudiante de matemáticas que estaba asignada a su grupo. Un romance que empezó sin engaños.

Él le confesó su tendencia homosexual, y a ella no pareció importarle. Sabido es que el amor es cosa que importa sólo a dos.

Deportista y cibernético
Al acabar la guerra, en 1945, Turing se incorporó profesionalamente al Laboratorio Nacional de Física (LNF), que estaba dirigido por Sir Charles Darwin, un nieto del padre de la Teoría Evolucionista, y que con anterioridad había dirigido a E. Rutherford, en su diseño del modelo planetario para el átomo.

Todo hacía pensar que se trataba de un buen destino profesional.

Pero por desgracia, en esta ocasión, la colaboración no resultó tan fructífera. No parece que ambos científicos llegaran a entenderse, por lo que Turing terminó renunciando a su plaza.

En lo sentimental, su relación amorosa heterosexual acabó prácticamente con la contienda y Turing se entregó de nuevo a la práctica del deporte.

En concreto a las carreras de larga distancia, llegando a ser uno de los principales corredores de maratón en Gran Bretaña.

Su mejor marca estuvo a diecisiete (17) minutos del record olímpico de la época, y habría sido seleccionado para el equipo olímpico, de no ser por una inesperada luxación de cadera.

Inesperada e inoportuna, pues los Juegos Olímpicos de 1948 estaban ya encima. Una fatalidad.

Dos años después, en 1950, publicaba un artículo sobre su visión de las máquinas, que está considerado un clásico de la Inteligencia Artificial.

Propuso lo que se conoce como el “Test de Turing”, que permite determinar si una entidad es inteligente o no. Una idea para no tomársela a broma. Comenzaba así: “¿Pueden pensar las máquinas?”.

Un comienzo prometedor que en realidad resultó ser el principio del fin.

Procesado por homosexual
Una tarde de enero de 1952, al regresar a su casa, Turing descubrió que en su ausencia alguien había entrado a robar. Acudió a la policía y denunció el hecho.

Tras la pesquisas se detuvo al ladrón y se supo que había entrado gracias a la colaboración de un joven que, por entonces, era amante de Turing y que también fue detenido.

Un asunto enojoso que por desdicha no acabó ahí.

El joven lo denunció a su vez, por mantener relaciones sexuales con un varón, y Turing fue acusado de los delitos de “indecencia grave y perversión sexual”, según una ley penal que databa de 1885.

El 31 de marzo de 1952 era juzgado y detenido por seis delitos sexuales.

En su defensa judicial, y desde el punto de vista estratégico, Turing cometió dos errores.

Uno. En ningún momento negó su homosexualidad y, convencido de que no tenía de qué disculparse, ni siquiera se defendió de los cargos.

Dos. Confiaba en que una comisión real estaba a punto de legalizar la homosexualidad. Algo que por desventura no ocurrió. (Continuará)

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