lunes, 8 de junio de 2009

Popeye y las espinacas (y II)

(Continuación) Indagando he sabido que, en lo tocante a la historieta, hay algo de incierto. De verdad a medias. Al parecer, el tuerto y cascarrabias marinero, cuando empezó como personaje de viñetas periodísticas, ya comía espinacas, pero sólo lo hacía por gusto. Popeye era fuerte porque sí, sin necesidad de dosis espinaqueras.

Nada es lo que parece en el mundo del cómic


No fue hasta años más tarde, ya convertido en héroe televisivo, cuando apareció esta asociación con la superfuerza de sus terribles puños. La misma que le permitía vencer al perverso Bruto, ante los ojos admirados de Olivia.

El motivo del cambio dicen que vino de muy arriba. Que fueron consignas directas del gobierno de los EEUU, interesado en esa época en un doble objetivo. Por un lado, en aumentar el consumo de vegetales entre la población civil, y por otro, en emplear las espinacas como producto nutritivo durante la II Guerra Mundial.

Y para ello se aprovechó de la enorme popularidad del pendenciero personaje, ya un auténtico mito televisivo. Con él mostró los efectos benéficos de la verdura, un objetivo que consiguió en ambos frentes.

En el civil, su consumo se incrementó en un 33%. Y en el militar, los panfletos de inflama patriótica llegaron a pregonar que se podría ganar el conflicto bélico, gracias a la energía de las espinacas.

Algo que el pueblo estadounidense creyó a pies juntillas. Lo que no está mal del todo. Sobre todo tratándose de lo que les iba en el envite.

Errores del mundo científico
Sea por motivos económicos, comprensibles. O patrióticos, justificables. La intencionalidad política no deja de ser un pecado venial. Un error intencionado pero perdonable. Máxime si la propia ciencia dice que se trata del alimento más rico en hierro. Y aquí es donde nace el pecado mayor. En este aserto científico de riqueza ¿De dónde viene la “leyenda férrica” de las espinacas?

Todo apunta a unas investigaciones bioquímicas que, en 1890, realizó el experto estadounidense en nutrición, J. Farrar, sobre las espinacas. Al parecer, tras la investigación y a la hora de tabular la composición obtenida del análisis, su secretaria cometió un infortunado error.

Al anotar el porcentaje del hierro, desplazó la coma decimal un lugar a la derecha de manera que, en vez de aparecer su real y natural composición del 3,0 mg, apareció la irreal y extraordinaria de 30,0 mg. Una dosis diez veces superior. Excepcionalmente alta.

Un error involuntario nada disculpable, si pensamos que tardó bastante en ser percibido por la comunidad científica. No fue hasta bien entrado los años treinta, del siglo XX, cuando unos científicos alemanes restablecieron el entuerto estadístico.

Del error a la corrección, algo que está bien y es necesario, pero que, a la vista está no fue suficiente, dado lo poco que ha servido.

A pesar de estar ya corregida la errata, en 1933, los dibujantes Dave y Max Fleischer asociaban en el cómic la hoja verde con el marinero. Nacía Popeye el devorador de espinacas. Y con él el mito. De la corrección de nuevo al error. Lo que no está tan bien.

Más errores del mundo científico
Por desgracia, las fatalidades se han seguido cebando en el asunto. Por ejemplo, en 1989, se publicó un libro “Ideas locas, ideas falsas en Medicina”, cuyos autores afirmaban que fue el británico T. J. Hamblin quien descubrió la falacia de la coma flotante espinaquil, y que lo hizo en 1981. O sea cincuenta años después de que hubiera ocurrido. Es el problema que tiene no acudir a las fuentes. Ya lo escribió, el mismo año en el que nació Popeye, 1929, el escritor francés George Duhamel: “El error es la regla, la verdad es el accidente del error”.

Un error, mejor dicho, una cadena de errores que han propiciado un retraso del conocimiento cierto. Un retraso que ha contribuido a la creación de una leyenda de sabiduría popular errónea que aún persiste, y de la que los medios de comunicación no ofrecen, por desgracia, tanta información.

Digo por desgracia porque, no olvidemos que esta verdura no sólo no es tan rica en hierro, sino que el organismo absorbe en muy baja proporción este mineral, cuando tiene un origen vegetal (variedad no hemo). Es de los productos de origen animal (variedad hemo) de los que lo que puede absorberlo en cantidad adecuada.

Algo importante a la hora de alimentar a nuestra familia. Una ley férrea que no debemos olvidar.

1 comentario :

un alumno de 2 dijo...

Lo de popeye y las espinacas es un leyenda urbana