sábado, 6 de junio de 2009

Popeye y las espinacas (I)

Todos los conocemos. Para muchos es una pareja bien avenida. Un buen maridaje entre la fantasía popeyesca y la realidad espinaquera.

Fantasía, la de la divertida y desinteresada asociación entre la ingesta de esta verdura y la adquisición de una fuerza sobrehumana. Realidad, la alimenticia afirmación, rigurosa y cierta en principio, de su alto contenido en hierro. Diversión y ciencia de la mano desde 1929. Hace ya ochenta años.

Pero, ¿y si yo les dijera que no es oro todo lo que reluce? Que el más célebre de los marines estadounidenses, el de la salud de hierro, espíritu de acero y antebrazo de bronce, no es más que un impostor. Un fierabrás descarado. Un charlatán de feria.

Y que por supuesto, frente a lo que han querido hacernos creer durante años, su superfuerza en el mundo del cómic no puede provenir de las nutritivas propiedades espinaquiles. Y lo que es peor, en la vida real, tampoco es cierto lo de su alto contenido en hierro ¿Cómo se queda?
Mi niñez
De entrada parece increíble. Basta con retraernos a nuestra infancia y adolescencia y recordar una de las muchas cantinelas de mamá: “Carlos, cómete las espinacas que tienen mucho hierro”. Ni que decirles que como a la mayoría de los niños, a mí las espinacas no me gustaban nada. Pero nada de nada.

Lo mismo que les digo de las espinacas me pasaba con las lentejas y los repollos, que parecían también disfrutar del mismo y extraordinario aporte férrico. En el caso de las lentejas, mamá acompañaba la comida con una de sus muletillas: “Las lentejas que el quiere las come y el que no las deja”.

Claro que ella sustituía la terminación con un rotundo “y el que no también”. O sea que estaban claras las opciones a la hora de comer en mi casa. Pero volviendo a sus propiedades nutritivas, y a tenor de lo dicho, me surgen varias preguntas:

a) ¿Tienen las espinacas hierro, sí o no? b) ¿Cómo es posible que estuviera equivocada mi madre? ¿Qué madre se equivoca cuando está su hijo de por medio? c) ¿Qué papel juega Popeye en todo esto? d) ¿Qué tiene que decir la ciencia?

Principios quieren las cosas
Lo cierto es que esta planta, de semilla oleaginosa y originaria de Persia, contiene bastante hierro. Por ejemplo, más que la mayoría de las frutas con unos tres miligramos por cada cien gramos de verdura fresca (3 mg/100 g). O sea que bien.

Pero hay otros alimentos, y comparados con ellos las espinacas tienen menos hierro. Es lo que ocurre con muchas otras legumbres y vegetales, como las lentejas y el repollo. Incluso tienen bastante menos que otros productos como el azúcar, el pescado, los huevos, el marisco o la carne.

En este último caso de la carne, su consumo presenta una doble ventaja ya que este oligoelemento, no sólo se presenta en más cantidad, sino que además, el hecho de venir unido a la hemoglobina lo hace ser más fácilmente absorbido por el cuerpo humano. Dicho en román paladín. Para la cosa del hierro, más vale una ración de hígado o morcilla que un kilo de espinacas.

Hay además otro detalle que no juega a favor de esta legumbre, en lo que concierne al hierro. Como contiene muchos oxalatos, que son inhibidores de la absorción del hierro por el sistema digestivo, las espinacas no se deben tomar sola (Que es lo que hacía Popeye, tomarlas directamente de la lata). Su ingesta se debe acompañar con carne o pescado, a fin de facilitar su correcta asimilación por el organismo.

Bueno pues ya lo sabemos. Las espinacas, a pesar de su fama, no son especialmente ricas en hierro. De modo que nuestra infantil rebeldía a su toma, difícilmente podría habernos ocasionado un desarrollo físico carencial y deficiente, como decía mamá.

Es decir que nuestras madres estaban equivocadas, eso sí, como lo estaba, por aquel entonces, todo el mundo. Una equivocación que tuvo una doble causa. Un error tipográfico en el mundo científico, y un plan político en el universo de Popeye. (Continuará).

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