miércoles, 24 de diciembre de 2008

¿Existe Santa Claus?

Es una más de esas preguntas controvertidas cuyas respuestas adquieren, en estos días, una especial relevancia.

Y como suele suceder con este tipo de cuestiones, no todos pensamos igual.

Para unos Papá Noel no existe, mientras que para otros sí. Empecemos por su no existencia.

Papá Noel no existe
Es una creencia extendida. Por ejemplo, las navidades pasadas, o quizás las anteriores no lo recuerdo bien, una maestra de Primaria de Madrid afirmaba que el bondadoso gordinflón no existía.

La buena mujer lo justificaba con una lógica simple y aplastante a su entender: en su portal de Belén esa figura no estaba. Luego Papá Noel no existía.


Así de sencillo y argumentado lo veía ella. Pues vaya, vaya, con la crédula maestra, su navideña pedagogía y su portal lógico. Pero no crean que está sola en esto. No. Hay más gente que piensa lo mismo.

De modo que no es única en la noelera negación existencial. Aunque, eso sí, otros utilizan mejores argumentos.

Como ese ministro anglicano que pone en duda la existencia de Papá Noel, y lo hace pensando en la dificultad que tendría para repartir tantos paquetes y en tan poco tiempo.

No está nada mal la idea del hombre de iglesia.

Me gusta ese punto de vista escéptico y físico. Tanto que vamos a echarle unos números a la faena repartidora de ese día.

Echando las cuentas
Si a los, aproximadamente, 2000 millones de niños de todas las religiones que puede haber en el mundo, descontamos los budistas, musulmanes, judíos, hindúes, etc -de los que no parece ocuparse nuestro canoso y barbudo personaje- el número de niños beneficiarios queda reducido a unos 300 millones.

Lo que, dadas las estadísticas de natalidad mundial, viene a suponer unos 100 millones de hogares a visitar en tan señalado día. Muchos hogares, quizás, para el risueño ruin.

Aunque tiene un factor planetario a su favor. Si tenemos en cuenta la rotación de la Tierra sobre su propio eje, y los diferentes husos horarios, nuestro viajero San Nicolás de Bari tendría 31 horas para el reparto, en vez de las esperadas veinticuatro.

Un alivio que tendría, claro está, si viajara, como parece lógico que lo hiciera, de Este a Oeste. Coincidiendo con el sentido de giro del planeta.

Aún así, tendría que realizar unas mil visitas por segundo. Es decir.

Una milésima de segundo por casa para aparcar, salir del trineo, bajar por la chimenea, dejar los regalos junto al árbol, llenar los calcetines, comer lo que le hayan dejado, trepar por la chimenea, subir al trineo y marchar a otra casa.

No sé. Mucho ritmo para alguien con una barriga tan prominente.

Cuestión de velocidad
Además está el asunto de la velocidad del trineo. Según mis cálculos, y los datos de densidad de población, el trineo se debería mover a unos 1000 km/s.

Eso es mucho. Demasiado. Representan unos 3000 Mach, es decir, tres mil veces la velocidad del sonido. Casi nada era lo del ojo y lo llevaba en la mano. No, es poco menos que imposible.

No olvidemos que nuestras sondas espaciales apenas alcanzan los 50 km/s en sus viajes por el Universo y que un reno corriente, a duras penas, alcanza los 24 km/h. Porque esa es otra.


Está lo de los renos
Que no pueden ser renos corrientes. Estos animales, como mucho, pueden correr mucho pero no vuelan. Y hoy por hoy, se puede afirmar que no se conoce ninguna especie de reno volador.

Lo que no significa que no exista. Ojo. Digamos, curándonos en salud, que no es conocida. O que sólo la conoce el gnomo grande, el de los ojos pícaros. Al fin y al cabo, qué sabe nadie. Quién sabe.

Por eso, por si acaso, sustituyamos imposible por poco probable. Es una actitud más científica.

Y el trineo
Cómo científico es el hecho de tener en cuenta la carga del trineo repleto de juguetes. Cien millones de hogares, por muy mal que se hayan portado los niños, lo llenaría con, al menos, unas 400 000 t de juguetes.

Eso sin contar al orondo repartidor. No. Demasiada masa.

Otra imposibilidad física, pues un reno medio podría con 150 kg como mucho. Ya me dirán entonces. Lo dicho, muy improbable.

Otros considerandos físicos
Pero no es esto todo. Hay que pensar en la resistencia aerodinámica del trineo, cuando vuela a semejante velocidad. El consiguiente sobrecalentamiento que originaría su rozamiento con el aire. Sencillamente los abrasaría.

Por otro lado, los inevitables frentes de ondas mecánicas sonoras que se formarían a su paso, no sólo resultarían ensordecedores sino que los destrozarían materialmente. Sería algo muy parecido a la reentrada de una nave espacial en la atmósfera terrestre. Algo terrible.

Mucho me temo que el del traje de color rojo con ribetes blancos (los colores oficiales de Coca-Cola, ¿casualidad? ¿curiosa coincidencia?), si alguna vez existió y salió a repartir juguetes, no pudo volver a hacerlo nunca más. Una cuestión mecánica.

Eso nos dice al menos la Física Clásica. La de Galileo, NewtonMaxwell. Sin embargo, los niños siguen recibiendo sus regalos navideños, ¿qué misterio es éste? (La Montiel dixit) ¿Existe Santa Claus?

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