viernes, 19 de septiembre de 2008

Setiembre y chuletas (y II)

(Continuación) Les decía que es evidente que los alumnos comenzaron a copiar, el mismo día que se inventaron los exámenes.

Así al menos lo demuestran unas cuñas sumerias, con miles de años de antigüedad, en las que se describe el castigo de hasta 50 latigazos, que un alumno podía recibir si incurría en alguna falta de respeto con el profesor.

Y una de ellas era la de utilizar chuletas en un examen. Por eso, desde entonces, los alumnos no han dejado de inventar formas de hacer chuletas cada vez más sofisticadas e indetectables.

En relación con el acto de copiar, no se debe pasar por alto que se trata de un fraude. Un engaño que falsea de forma injusta, los resultados de un examen o de una oposición.

Lo que puede traer unas consecuencias imprevisibles y nunca buenas. Por lo que también es una ilegalidad, que ha de ser combatida con adecuadas medidas de control y castigo.

De las chuletas que les puedo decir que usted ya no sepa. Las hay de muchos tipos. Está la del cambiazo, las agujas calientes, el rollito bailón, con faldas y a lo loco, los objetos camuflados, el folio invisible, las mesas grafiti, los falsos esquemas.

Y otras muchas que recordar no quiero y a las que las nuevas tecnologías electrónicas en telecomunicación han dejado bastante aparcadas. Ya les advertí que el arte chuletero, merced al desarrollo ha derivado en ciencia chuletil.

Para acabar. No les canso. En el mundo estudiantil, esto de copiar está considerado como una ley no escrita: “Si la ocasión lo requiere, copia. Todo alumno que se precie, lo habrá hecho alguna vez”.

Una ley que por supuesto, los profesores conocen. Ellos también fueron alumnos y lo hicieron. Se lo digo yo, que lo sé de primera mano. No me pregunten.

Porque no nos engañemos. Todo el que ha sido alumno ha usado alguna vez una chuleta, o ha utilizado algún truco para copiar en algún que otro examen.

Gracias a ellas se ha conseguido, bien arrancar esas décimas necesarias para aprobar o, incluso, sacar buena nota sin haber abierto un libro.

Sabido es que “Si estudiar es un camino, copiar es su atajo”.

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