domingo, 1 de junio de 2008

“¿El doctor Livingstone, supongo?”


Es la famosa frase con la que el periodista y aventurero estadounidense Henry Morton Stanley saludaba al médico, misionero y explorador escocés David Livingstone dado por desaparecido en África desde 1866.

La escena tenía lugar a finales de 1871, tras dos largos años de búsqueda. Sin duda una frase que hizo fortuna.

Viene a ser como una especie de paradigma del saludo entre flemáticos caballeros, cuyos modales han de ser intachables siempre, en cualquier circunstancia. Así al menos lo cuenta la historia y ha pasado a la posteridad.

Yo, por si les interesa mi opinión, les diré que tengo mis dudas al respecto.

En primer lugar porque la historia la cuenta el propio Stanley, sin más testigo ni prueba que su palabra. Precaución. Y en segundo lugar porque la personalidad del periodista era algo dada al “autobombo”, por decirlo de manera suave. Caución.

Y como es sabido que la historia la escriben siempre los vencedores, más bien veo el saludo como una frase ocurrente, y supuestamente oportuna, para la historia, una más. Y a sus protagonistas como dos personajes en busca de autor.

Otras frases ocurrentes
El “Dr. Livingstone, I presume?” de Stanley no es sólo un paradigma de la buena educación. También es un preclaro ejemplo de la obviedad.

Se encontraban en la remota aldea de Ujiji –una región inexplorada, cerca del lago Tanganika- a cientos de kilómetros de cualquier hombre blanco ¿Quién iba a ser si no?

Más que una obviedad se la podría considerar una broma, si no fuera por la personalidad mitómana del corresponsal.

De ese encuentro, y siempre según Stanley, la anterior no sería la única frase digna de pasar a una antología.

Al parecer, cuando se identificó como reportero del The New York Herald -uno de los grandes diarios de la época, quizás el de mayor tirada del mudo- y le explicó la razón de su presencia allí, el bueno de Livingstone se descolgó con un: “¡Quién no conoce ese estúpido periódico!” . En fin.

También cuenta que al entregarle al doctor unas cartas que le había traído de sus hijos, éste las dejó de lado y le preguntó: “Dígame ¡Qué está pasando en el mundo!”.

Una reacción poco creíble como padre e inadmisible en una persona que, voluntariamente, se había apartado de la civilización. Más me suena a recurso periodístico. A buen invento de reportero. A poco fiable.

Pero claro, tampoco soy yo de fiar. Han de saber que no creo que Flaubert dijera aquello de: “Madame Bovary soy yo”, ergo…

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