martes, 19 de febrero de 2008

Humanos porque tenemos culo

La importancia del glúteo máximo
Aunque todo el mérito evolutivo se lo lleve el cerebro, la importancia del trasero en nuestra evolución no es, en absoluto, desdeñable. 

Nuestro, comparativamente, gran culo tiene más importancia de lo que en un principio podríamos imaginar. Verán porqué.
Hace millones de años, cuando los primates comenzaron a adoptar la postura erguida, su pelvis tuvo que adaptarse a fin de poder sustentar la nueva marcha bípeda

Y en este proceso los músculos del culo fueron esenciales para estabilizar el tronco del cuerpo, mientras andamos y corremos. 
Han de pensar que, al conectar el tronco con el fémur, cuando echamos la cadera hacia delante, al andar o correr, son los glúteos los que impiden que nos demos de narices contra el suelo. 
Vienen a ser un estabilizador, una especie de contrapeso, que nos equilibra. En especial el glúteo máximo -uno de los tres que lo conforman junto con el medio y el mínimo-, que se desarrolló en nosotros, en mayor medida que en otros primates.
Instinto de mujer
Gracias a las nalgas pudimos correr y cazar con las manos libres. De hecho somos de los mejores animales del mundo combinando velocidad y resistencia. Razonable una y excepcional otra. 

Una habilidad, la de correr, que permitió a los primeros hombres acceder a las grandes reservas de proteínas animales, que constituían los cadáveres de los herbívoros

Una fuente de alimentación por la que había que correr, y que ganaba el que fuera más rápido y resistiera más tiempo. En definitiva el que tuviera mejores glúteos. 

Por eso la biología evolutiva, aún hoy, postula que, bajo la preferencia de las mujeres por los culos varoniles, subyace una cuestión de competencia genética. Vamos lo que se dice instinto de mujer

Cuanto mejor culo tenga él, mayores serán las posibilidades de supervivencia para la familia y la descendencia. 

Sabiduría femenina. Lo que no sepan ellas.
De cintura para arriba
La circulación cerebral muestra que nuestra cabeza funciona como un radiador mientras corremos. En efecto. 
Es así porque el sudor que se evapora de frente, cráneo y rostro, evita el riesgo de sobrecalentamiento cuando corremos, ya que enfría la sangre de retorno que circula cerca de las arterias carótidas, que son las que llevan a su vez la sangre al cerebro, pero ya enfriada.
 

Como sabemos, al correr, nuestra cabeza se balancea con bastante facilidad. Esto es así, ya que no se trata de un rígido melón atado al cuello.
Pues bien, gracias a que tenemos un ligamento especial, que surge de la nuca y engancha con las vértebras torácicas, se pueden absorber muchos de los movimientos propios de una carrera, impidiendo que no se nos “vaya la cabeza al correr”. 
Además esas vértebras, al tener discos vertebrales anchos y grandes, absorben el impacto de los pies contra el suelo. Nada de esto se observa, por ejemplo, en los australopitecos.
 

También el corto tamaño de nuestros antebrazos (en comparación con los larguísimos de los chimpancés), nos ayudan a correr. 
Los usamos como balancines para equilibrar la parte baja del cuerpo durante la carrera y, dado su tamaño, necesitamos pocos músculos para tenerlos flexionados, lo que a la postre significa menos gasto de energía. 
Hasta aquí algunas de las características de cintura para arriba.

De cintura para abajo
De entrada resaltar que somos los bípedos más altos. Es así desde que somos ‘Homo erectus’, hace ya 1,5 millones años. 
Una circunstancia no apreciable en chimpancés y australopitecos que nos comporta una ventaja termodinámica
Un cuerpo estilizado, con cintura, pelvis y tronco estrechos, ofrece una mayor superficie cutánea para liberar calor durante el esfuerzo, lo que permite a ambas partes del cuerpo, superior e inferior, moverse de forma independiente, lo que facilita la carrera.

Igualmente nuestras largas piernas (comparadas con las de chimpancés y australopitecos), junto con los extensos ligamentos y los tendones, incluyendo el de Aquiles, nos hacen más aptos para correr durante mucho tiempo y más eficientes, al gastar menos energía. 
Hasta los talones de nuestros pies juegan su papel en hacer de nosotros unos corredores natos, al actuar como formidables almohadas para absorber los impactos. 
En realidad todo el pie humano -con dedos unos más cortos que otros, el arco en la planta (para los que no lo tengan plano), y ligamentos que actúan como muelles- se convierte en un instrumento rígido y extraordinariamente resistente para percutir el suelo mientras se corre.
Una maravilla de la evolución.

6 comentarios :

Anónimo dijo...

Y la pasión de los hombres por los glúteos femeninos?
También está ligada a este sentido de la evolución?

Carlos Roque Sánchez dijo...

No te quepa la menor duda anónimo. Todo tiene su aquel. Nunca olvides que si las cosas son como son, es porque fueron como fueron.
En cuanto pueda escribo al respecto.
Muchas gracias por tu inteligente comentario.

Anónimo dijo...

jamas se me ocurrió que fuese para dar equilibrio al correr, me entro la duda sobre el ¿por qué tenemos nalgas? observando a los animales que a pesar de tener pelaje no les incomoda despues de defecar y limpiarse, (y se me ocurrio que seria cool no hacerlo)hoy aprendi algo nuevo.

Unknown dijo...

Y los que lo tienen nalgas no sirven para correr ? XD

Cesar dijo...

Pueden publicar la fuente de esto? gracias

Carlos Roque Sánchez dijo...

Lamento no poder hacerlo en estos momentos, ya que no recuerdo el material que utilicé hace nueve (9) años.