viernes, 4 de enero de 2008

Parapsicología (I)

Hace unos días una periodista me preguntaba cuál era mi opinión acerca de la parapsicología. Quería saber si en realidad se trataba de una ciencia o no. Si había realizado algún descubrimiento científico y, en ese caso, cuáles habían sido sus aportaciones al conocimiento humano.

Le contesté que, ya de entrada, el uso del término parapsicología resultaba, cuando menos, sospechoso. Lo era por ser ambiguo en su significado y equívoco en su intención. Me explico.

Si, etimológicamente, el prefijo “para” significa “junto a”, parapsicología sería lo que está al lado de la psicología. Una conocida ciencia social. Entonces, ¿es la parapsicología una ciencia o no? 

Lo digo porque si en realidad lo es, ¿por qué no tiene un nombre propio como todas? ¿Por qué no deja de llamarse con el de la ciencia a la que se ha querido acercar?

Lo lógico es que si fuera una ciencia con entidad y cuerpo de conocimientos propios, sus “científicos” nunca le habrían bautizado con el nombre de otra, a quien, es evidente, se quiere parecer.


¿O es que no está reconocida como tal ciencia, y lo único que puede hacer es jugar a la confusión de términos, con intenciones no confesables? 

Sin duda alguna algo huele a podrido en Dinamarca, que diría Macbeth.

Lo cierto es que la parapsicología no es más que una de las cientos de falsas ciencias que nos venden, y su campo de estudio abarca todo lo que usted se pueda imaginar. 


Desde la astrología hasta las actividades ectoplásmicas. Desde la levitación a los platillos voladores. De la telepatía a la predicción del futuro


Pasando por la proyección astral, la psicoquinesis, la claridividencia, la homeopatía, el espiritismo, las casas encantadas, la reencarnación, la percepción extrasensorial, las caras de Bélmez, y un largo, largo, etcétera que haría interminable esta panoplia de supuestos fenómenos, cómo no, paranormales (Continuará).



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