viernes, 25 de enero de 2008

De casta le viene al galgo (y II)

(Continuación) Otra evidencia del relevante papel que juegan los estímulos externos, la tenemos en este hecho: de los siete hijos con Nobel, cinco lo han obtenido en la misma área que sus progenitores.

Ya hemos visto a los Curie en radiactividad, los Bohr en átomo y núcleo, y ahora conocemos a los Siegbahn.

Karl M. Siegbahn, en 1924, recibía el P.N. de Física “Por su descubrimiento e investigaciones en el campo de la espectrografía de Rayos X”. Igualmente, su hijo Kai M. Siegbahn era galardonado en 1981, también con el de Física Por su contribución al desarrollo del espectroscopio de electrones de alta resolución”.

Uno con el de rayos X y el otro con el de electrones de alta resolución. Más de lo mismo. Cosas de familia.

La familia Thomson
Y hablando de familias. Si hay alguna prueba de que la inteligencia final de las personas, depende más de la educación que le den los padres y de las influencias del entorno, que del ADN de sus progenitores, ésta es sin lugar a duda el clan de los Thompson.
Recordemos que J. J. Thomson fue galardonado en 1906 con el P. N. de Física “En reconocimiento a sus estudios teóricos y experiencias prácticas relativas a la conductividad eléctrica en medio gaseoso”.
Es conocido como el “padre del electrón”, al determinar su masa. Una propiedad asociada a su naturaleza corpuscular. En 1937, su hijo G. P. Thomson lo recibía en Física “Por el descubrimientoexperimental de la difracción de electrones por cristales”. Una propiedad atribuida a su naturaleza ondulatoria. Lo que no deja de ser una ironía.
Mientras el mayor de los Thomson “dice” que los electrones son partículas, el más joven “dice” que también son ondas. A ver quién me aclara eso de la doble naturaleza.
La saga de los Thomson
Pero para los intereses de este artículo, “papá Thomson” tiene un mérito más. Consiguió que siete de sus discípulos obtuvieran también el premio Nobel. Y más tarde los discípulos de los discípulos.
Y después los discípulos de los discípulos de los discípulos: E. Rutherford (1908), N. Bohr (1922), I. Rabi (1944), W. Pauli (1945), J. Schwinger (1965), J. Steinberger (1988), M. Schwartz (1988), L. Lederman (1988). Un hecho portentoso. Y en este caso no había ninguna relación familiar, nada de genes heredados.
No hay duda. La actividad en los procesos mentales, de la gran mayoría de nuestras neuronas, se puede modificar y transformar con nuestro estilo de vida. Una motivación especial hará que la estructura nerviosa se transforme y evolucione. El papel de la herencia genética es necesaria, pero no suficiente.
Mandan más la motivación personal, el entorno y el presupuesto que se invierta en educación. Un detalle éste, el presupuestario, que tiene su aquél. De los 82 premios Nobel en Física, Medicina o Química otorgados desde 1966, el 23% lo han recibido investigadores que trabajan en California ¿Por qué será?
En la variedad está el gusto

No siempre padre e hijo trabajaron en la misma área de conocimientos. Por ejemplo, los Euler-Chelpin.
Hans von Euler-Chelpin, en 1929 recibía el P. N. de Química “Por sus investigaciones sobre la fermentación del azúcar y las enzimas de fermentación”. Cuarenta y un años después su hijo, Ulf von Euler-Chelpin, era galardonado con el de Medicina y Fisiología “Por sus descubrimientos acerca de la transmisión del impulso nervioso y su mecanismo de almacenamiento, relajación e inactivación”.
Resulta tranquilizador saber que nadie, salvo deficiencias serias del cerebro, está genéticamente condicionado en el terreno intelectual. Nadie está condenado a un destino. Éste se lo labrarán con su esfuerzo y constancia.
Buen ejemplo de lo que les digo son los hermanos Tinbergen. Jan Tinbergen era galardonado en 1969 con el P.N. de Economía “Por haber desarrollado y aplicado los modelos dinámicos para el análisis de los procesos económicos”. Igualmente, en 1973 su hermano, Nikolaas Tinbergen recibía el de Medicina “Por su descubrimiento de la organización y difusión de patrones individuales y sociales de comportamiento”.
En este caso de los hermanos, sus padres no tenían una gran preparación. Pero tenían claro que sus hijos debían estudiar. Lo que los padres no sepan.
Los Kornberg
A veces el deseo de emular a los progenitores, está detrás de muchas de nuestras acciones. Es lo que ocurrió en el caso de los Kornberg.
En 1959, Arthur Kornberg era galardonado con el P.N. de Medicina “Por el descubrimiento conjunto de los mecanismos de la síntesis biológica de los ácidos ribonucleico y desoxirribonucleico”. Un galardón que compartió con Severo Ochoa.
Cuarenta y siete años después su hijo, Roger Kornberg, recibía en 2006 el de Química “Por sus estudios de la base molecular de la transcripción eucariótica”.
Roger cuenta que una noche, teniendo él doce años, lo despertaron. Algo raro pasaba. Le dijeron que acababan de llamar a su padre desde Suecia, para comunicarle que había ganado el Nobel. Dijo que bien y se volvió a dormir.
Se ve que no le dio más importancia. Normal, era sólo un niño. Pero también dice que se le quedó grabada la cara de felicidad de su padre. No hay nada como la familia.

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